MADRID, 3 Jul. (Paula San Pedro, responsable de investigación e incidencia humanitaria de Oxfam Intermón) -
La Unión Europea y sus estados miembro llevan meses dejando claro cuál es su principal objetivo en el asunto migratorio: poner freno al movimiento de personas. Lo que hasta ahora no resultaba tan obvio era cómo lo iban a poner en práctica. Ahora ya sabemos que han acertado las voces críticas que resuenan desde hace meses con los peores presagios.
El nuevo Marco de Asociación sobre Migración elaborado por la Comisión Europea es la piedra angular que guiará la política exterior para el control migratorio. Este conjunto de políticas deja en evidencia que la UE prima la seguridad frente a la dignidad de las personas, lo cual sitúa al continente a cola mundial de la defensa de los derechos humanos. Con este contexto, más de 100 organizaciones se han reunido para exigir a los líderes europeos que rechazasen este Marco de Asociación. Pero, una vez más, han hecho oídos sordos y en última reunión del Consejo Europeo, en el poco hueco que ha quedado a los márgenes del Brexit, avalaron la propuesta.
Este Marco está inspirado en fórmulas recientes y otras que llevan décadas aplicándose. Una de ellas es el Acuerdo UE- Turquía que según el Consejo Europeo es un buen ejemplo del control migratorio porque las llegadas a Grecia han caído en picado, concretamente un 75%. Es significativo saber que lo que ellos califican como "exitoso" obvia el enorme coste humano que está teniendo. Miles de personas varadas en Grecia en condiciones inhumanas y degradantes, y miles de menores no acompañados encerrados en centros de detención en las islas u obligados a dormir en celdas policiales.
Otros modelos llevan tiempo aplicándose, y España es un ejemplo de ello. La receta nacional que pasó entre otras cosas por el Plan África ha sido vitoreada por los socios europeos. Este sistema incluía un paquete goloso de incentivos a los países del Oeste africano, que incluía programas de cooperación económica, desarrollo democrático y, sobre todo, medidas de control de fronteras entre países africanos y con el continente europeo, para evitar que los extranjeros se embarcaran en la ruta marítima. España logró con gran "éxito" frenar las llegadas.
En 2006, 39.180 inmigrantes fueron interceptados frente a nuestras costas, en 2015 el número se redujo a 3.500 personas según datos oficiales. Pero mientras esa era la valoración que hacían Europa y España, una realidad mucho más cruel e indigna hundía las vidas de las personas que trataban de cruzar hasta nuestras fronteras.
Con estos preámbulos, el nuevo Marco de Asociación tiene una línea directriz muy clara: mantener como premisa el control del flujo migratorio a cualquier coste, sea éste humano u económico. Concretamente se va a traducir en medidas como éstas:
- Aumentar el número de acuerdos de retorno. Con el ánimo de firmar acuerdos de retorno con todos los países posibles, Europa devolverá a las personas a lugares donde no se garantizan sus derechos, ni los estándares del Estado de Derecho o donde tienen implantados mecanismos de protección. A efectos prácticos esto supondrá, por ejemplo, que miles de mujeres que han sido violadas durante el trayecto a Europa serán devueltas a sus países de origen sin que nadie les pueda garantizar una vida segura ni a ellas ni a su hijas e hijos. Pero esto no es pura casuística. La historia más reciente nos recuerda cómo las violaciones de derechos humanos son contraproducentes también en el largo plazo. Socavar los derechos solo perpetúa el ciclo vicioso de abuso y represión que finalmente provoca nuevas huidas. Europa necesita urgentemente ponerse las gafas para contrarrestar su miopía cortoplacista.
- Adulterar la ayuda para luchar contra la pobreza. Este Marco incluye un paquete de medidas que se utilizarán 'al mejor postor'. Es decir, se ofrecerá a los países aquello que más necesiten (acuerdos comerciales, ayuda), con el objetivo de que se conviertan en nuestros gladiadores fronterizos. En términos reales, inevitablemente esta medida desvirtuará políticas imprescindibles de la lucha contra la pobreza. La ayuda al desarrollo debe exclusivamente destinarse al objetivo de reducir la pobreza. Si se redirige para controlar la migración pierde todo su potencial de eficacia.
- Negociar sin importar con quién. Cuando el objetivo es controlar el flujo migratorio, poco importa con quién lo hagas. El caso de Sudán es un buen ejemplo. Este país ha recibido ya 45 millones de euros de la UE para controlar la migración. Entre otras medidas, este dinero servirá para financiar infraestructura en las zonas fronterizas y para construir dos centros de detención.
- Al mismo tiempo que todos estos mecanismos y acuerdos con terceros países se ponen en marcha, la UE va a acudir en septiembre ante la Cumbre de Naciones Unidas sobre Migración y Refugio para presentar su posición y le avalará lo que está haciendo. Siendo así, Europa seguirá siendo el mejor ejemplo de lo que no hay que hacer y creando un terrible precedente para otros países.
Mucho me temo que Europa llevará acabo hasta final, y sin considerar las consecuencias para la dignidad y los derechos humanos, su política de control migratorio. La única manera posible de poner freno a esta tragedia es que la sociedad europea se lo exija a sus gobernantes. Pero, sin duda, estamos cada vez más lejos de esto. Ya de poco sirve apelar a la memoria histórica, señalar los principios de la Carta de Derechos Humanos o del Derecho Internacional. Nada de esto parece movilizar a unos líderes que se mueven sólo por la agenda del miedo. Si damos por hecho que estas medidas representan las políticas de dirigentes democráticos, se abre la puerta de la terrible duda sobre el estado de salud moral de la sociedad europea.