MADRID 31 Ago. (OTR/PRESS) -
A punto de comenzar el nuevo curso político, pintan bastos para el Gobierno que tiene que enfrentarse a unas muy duras pruebas de las que no va a ser fácil que salga airoso por varias razones: la primera porque es imposible contentar a todos (excluido naturalmente el PP) y la segunda porque no parece que el propio Gobierno tenga claro qué diablos puede o quiere hacer.
Entre las asignaturas en las que al menos debe progresar adecuadamente, aunque sea sin nota alta, está la reforma laboral -con huelga anunciada- y la aprobación de unos Presupuesto del Estado que llevarán incluidos - o no- una subida de impuestos. Por otra parte el panorama es mas bien negro: terminada la temporada veraniega, se supone que las cifras del paro van a subir y los expertos aseguran que tardaremos años en recuperar la normalidad tras la crisis.
Tanto la reforma laboral como los presupuestos tienen dos posibilidades: no ir más allá que esconder con un pincelada de barniz lo que ahora hay o darle la vuelta a la tortilla de la complacencia y la popularidad y hacer un ajuste duro con recortes sociales y subida de impuestos. En el PSOE parece que hay tendencias para todos los gustos y la oposición de rajo va a criticar lo que salga ya sea por exceso o por defecto. La llave, una vez más, está en la minorías nacionalistas que no tengo muy claro si de verdad han entendido que lo que es bueno o malo para España, a día de hoy al menos, es también amo o bueno para sus comunidades y, por tanto, "arrancar" concesiones a corto lazo a cambio de apoyos, puede ser un regalo envenenado.
Y resulta complicado decir estas cosas, pero el problema de fondo es cada vez más evidente para muchos ciudadanos: podemos seguir capeando el temporal del crisis, pero lo que parece claro es que el modelo autonómico español es inviable por caro y por caótico. ¿Resultaría disparatado replantearse cómo están las cosas hoy por hoy y cómo pueden llegar a estar si continuamos con la reforma de los estatutos? Hay dos caminos: o remodelar competencias que posiblemente nunca debieron darse o ir directamente a un sistema prácticamente confederal y que Dios reparta suerte.
No creo que nadie esté por la labor de hacer ninguno de los dos caminos, as que seguiremos negociando y gastando un dinero que no tenemos en cargos, delegaciones e instituciones ineficaces que en lugar de solucionar los problemas de los ciudadanos, sólo los complican más.