Actualizado 24/07/2012 14:00

Antonio Casado.- Felipe, lúcido como siempre.

MADRID 24 Jul. (OTR/PRESS) -

Didáctico, lúcido y valiente, como siempre, el expresidente del Gobierno Felipe González nos da las coordenadas del dramático momento que está viviendo España, con un Gobierno desbordado, una ciudadanía perpleja y una economía que debe mucho más de lo que produce. Excelente entrevista, no apta para sectarios, la que le hace este lunes la colega Soledad Gallego Díaz.

González hurga con soltura en la caja negra de la crisis económica y su derivada nacional sin quedarse en la morbosa descripción de síntomas. Hay diagnóstico y hay terapia en su discurso. Le avala la memoria de tres mayorías absolutas consecutivas. Le avala, sobre todas las cosas, haber sido figura clave en la modernización de la España post-franquista mediante los tres grandes logros de su paso por el poder: saneamiento económico, asentamiento de las nuevas instituciones democráticas (Constitución de 1978) y reinserción internacional.

Solo con la lucidez que proporcionan el distanciamiento y la experiencia se puede explicar de forma sencilla por qué estamos donde estamos. Tanto a escala mundial como europea y, por supuesto, española. Empezando por la aberración que supone el sometimiento del poder democrático al poder financiero, como consecuencia de los procesos desreguladores que se han ido produciendo a lo largo de los últimos veinte o veinticinco años.

El mal sigue ahí, según él. Y lo ilustra con la paradoja de que el plan de reforma financiera presentado por Obama al Congreso de EE.UU. solo tiene posibilidades de prosperar si los actores de Wall Street, una vez convencidos ellos, convencen a los representantes democráticos del pueblo americano. Y no al revés. Esa es la aberración, alimentada por el propio Obama al pedir el apoyo de los tiburones financieros. Lo justo para que éstos se sientan crecidos y para constatar que, como dice González, "el desplazamiento del poder democrático a los centros de decisión financieros del mundo no se ha revertido".

Claro que hay ideología en el discurso de Felipe. Si endosa el paso atrás del poder político a la desregulación de los mercados financieros a escala mundial, la misma línea de pensamiento se reserva para explicar el caso español, donde las desregulaciones defendidas por los neoliberales de Aznar no trajeron más que desgracias. Menciona básicamente la del suelo y la del sector eléctrico, que dieron lugar a una doble burbuja: la inmobiliaria y el famoso déficit tarifario, cuando los bancos corrían detrás de los clientes no para pedirles dinero sino para prestárselo.

Respecto a la terapia, dos son las propuestas básicas. Una de carácter técnico, en la que coincide con el Gobierno: el apremio a la UE para que el BCE actúa de una vez por todas como un banco central capaz de reabsorber los desequilibrios de sus socios (compra de deuda). Y otra de carácter político: la ineludible necesidad de ir inmediatamente a un gran acuerdo nacional que pase por consensuar una remada conjunta de los dos grandes partidos, PP y PSOE, con el objetivo común de sacar a España del atolladero en el que se encuentra.

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