Actualizado 25/07/2010 14:00

Carlos Carnicero.- Buenos candidatos

MADRID, 25 Jul. (OTR/PRESS) -

La alarma ha saltado de nuevo en Madrid y en esta ocasión quien la ha encendido ha sido el presidente del PSOE, Manuel Chaves, para no tensar la cuerda entre José Blanco y Tomás Gómez. El PSOE considera que el secretario general de los socialistas madrileños no es un buen candidato para presentar batalla al PP en la comunidad de Madrid. La publicidad de estos desencuentros y de esta valoración negativa de las posibilidades de Gómez tienen que hacer las delicias de Esperanza Aguirre.

Todo ocurre por considerar la política como marketing y no como un instrumentó global para mejorar la vida de los ciudadanos. El PSOE hace mucho tiempo que dejó de ser un partido para convertirse en una maquinaria para llegar al poder. Madrid es uno de sus agujeros negros, como el País Valenciano, Murcia o Castilla-León, donde sus posibilidades de ganar aparecen muy lejanas.

Zapatero, tan amigo de sacar conejos de su chistera, se inventó a Miguel Sebastián para la alcaldía de Madrid: el fracaso vino acompañado del bochorno, porque al peor resultado de la historia del PSOE en la capital de España sucedió la espantada de Sebastián que en su condición de independiente no ha nacido para gestionar la oposición. Fue premiado con un ministerio en el que todavía está, pero bastante inédito.

Luego se puso la moda de los independientes: Bernat Soria, Mariano Fernández Bermejo, Cesar Antonio Molina. En su condición de independientes fueron colocados como paracaidistas en la cabeza de listas electorales que no dieron resultados sorprendentes. Al poco tiempo, cuando los ministros dejaron de serlo, también abandonaron su escaño porque se volvió a demostrar que quien está en política para figurar no puede hacer el trabajo oscuro desde un escaño.

El problema no es de buenos o malos candidatos sino de buenas o malas organizaciones del partido. De un trabajo serio y constante en la oposición para sembrar las cosechas futuras del éxito. Pero en el PSOE se han acostumbrado a dos cosas nefastas: con la excepción del País Vasco, un partido que nunca había sido nacionalista se alío con el BNG en Galicia y formó parte del tripartito en Cataluña: de Galicia ya ha salido escaldado; ahora falta saber cuantos años de oposición les esperan al PSC. Todo ocurre cuando un partido pierde sus esencias ideológicas y cuando la organización solo es el envoltorio del marketing. Los candidatos tienen que ser la consecuencia del partido. Y no al revés.