MADRID 14 Dic. (OTR/PRESS) -
En la últimas horas se ha vuelto a reabrir -es decir, "alguien" interesado en ello ha querido que se reabriera- el debate sobre si Zapatero va a ser el cartel electoral del PSOE en las próximas elecciones generales. Unas elecciones, que si se agotara la legislatura tendrían lugar en la primavera del 2012, pero que a día de hoy nadie -ni a quien constitucionalmente le corresponde la disolución de las Cortes y la convocatoria electoral, que no es otro que al propio Zapatero- sabe muy bien cuándo van a ser.
Es posible que Zapatero tenga ya tomada una decisión respecto a su futuro. Y si no es así, más vale que la vaya tomando, porque de lo contrario corre el peligro que otros, es decir, los suyos, la tomen por él. Porque lo que está sucediendo en el PSOE es que los que tienen que enfrentarse con las urnas el próximo mes de mayo en trece comunidades autónomas y en todos los ayuntamientos, tienen claro que a día de hoy Zapatero ya no suma, sino que resta. ¡Que desagradecida es la política! Quién lo iba a decir hace sólo unos meses. Que aquel que llevó al PSOE a un triunfo de alguna manera inesperado en marzo del 2004, que aquel que representaba el cambio generacional dentro de los socialistas, el campeón del talante, el que encandiló a toda la progresía cultural, ahora ya casi nadie de los suyos quiere compartir cartel electoral o mitin con él.
Y para una posible sustitución ahí está Rubalcaba, que dicho sea de paso, no representa precisamente al nuevo PSOE, sino más bien a la vieja guardia de los tiempos de Felipe González. En octubre, Zapatero le dio plenos poderes, nombrándole Vicepresidente Primero del Gobierno, amén de ministro del Interior y portavoz del Ejecutivo. En mes y medio, el interfecto ha demostrado con creces lo que nadie pone en duda: que es un animal político de primera magnitud, habilidoso, inteligente, con gran capacidad de comunicación. Y aunque él diga que está recorriendo los últimos metros de su vida política, nadie se lo cree, porque no se conoce a ningún político que teniendo la posibilidad de ser presidente del Gobierno de su país, renuncie a ello so capa de estar cansado o llevar mucho tiempo en la cosa pública.
Decía este verano el prestigioso semanario The Economist que las próximas elecciones generales en España las ganaría aquel de los dos grandes partidos nacionales que tuviera la "generosidad" de cambiar a sus actuales líderes. A día de hoy no parece que Rajoy esté por la labor de renunciar a ser el candidato de los populares. Las encuestas soplan a su favor. En el PSOE es posible que las circunstancias obliguen a cambiar el candidato. Y esa es la gran amenaza para las aspiraciones electorales del PP de Rajoy que hasta la fecha ha basado toda su estrategia política en esperar el desgaste de Zapatero.