Actualizado 16/11/2010 13:00

Cayetano González.- El compromiso de Barcelona.

MADRID 16 Nov. (OTR/PRESS) -

En diciembre del 2003, Pasqual Maragall (PSC), Josep Luis Carod Rovira (ERC) y Jon Saura (IU) firmaron en Barcelona el conocido como Pacto del Tinell, que en esencia consistía en excluir al PP de la vida política y social de Cataluña, cosa que casi han conseguido, también por los propios errores de los populares catalanes presas de ese complejo tan común en las comunidades con fuerte presencia nacionalista que consiste en querer mimetizarse con el paisaje, renunciando a la defensa de los valores de la Nación española. Siete años más tarde, los líderes del PP de Cataluña, País Vasco y Galicia -Alicia Sánchez Camacho, Antonio Basagoiti y Alberto Núñez Feijóo- han tenido una iniciativa política inteligente: firmar en ese mismo lugar el denominado "compromiso de Barcelona", en el que, entre otras cosas, se dice que "nos sentimos muy orgullosos de nuestra condición de catalanes, gallegos o vascos, que es la forma natural que tenemos de ser españoles".

Asimismo, los firmantes del "compromiso de Barcelona" afirman querer que "nuestras sociedades sean un espacio de libertad y nos comprometemos a trabajar lealmente a favor de los derechos y libertades de todos, corrigiendo los excesos que fomentan quienes quieren imponer a las personas sentimientos, identidades o lenguas". Algo, esto último, especialmente aplicable a la Cataluña que ha tenido que sufrir el desgobierno del "tripartito" presidido primero por Maragall y después por Montilla durante las dos últimas legislaturas y que necesita urgentemente una profunda regeneración democrática.

Por otra parte, el "compromiso de Barcelona" impulsado por los tres líderes regionales del PP es un buen contrapunto a esa unión de fuerzas nacionalistas conocida como "Galeusca" y en la que tienen un papel preponderante CIU, PNV y el BNG. Es decir, tiene que quedar claro que se puede ser muy catalán, vasco o gallego respetando e impulsando las señas de identidad de cada una de esas comunidades, sintiéndose al mismo tiempo muy español y, sobre todo, respetando las reglas del juego que nos dotamos todos a partir de la transición política: la Constitución y los respectivos estatutos de autonomía.

El PP de Cataluña no lo tiene nada fácil en las elecciones que se celebrarán dentro de doce días. Las encuestas le dan un resultado muy similar al de hace cuatro años, lo que le seguiría manteniendo como cuarta fuerza política o en el mejor de los casos -si el descalabro de ERC es muy fuerte- en el tercero. Su aspiración principal es que los resultados que arrojen las urnas en Cataluña el 28-N le permita "condicionar" el futuro Gobierno de la Generalitat, es decir, poder negociar con CIU un apoyo de investidura que luego pudiera tener una continuación en Madrid en las elecciones generales del 2012. Tiempo al tiempo. De momento, bien por el "compromiso de Barcelona" firmado por los tres líderes regionales del PP.

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