Actualizado 18/06/2010 14:00

Cayetano González.- El crédito de España.

MADRID, 18 Jun. (OTR/PRESS) -

No me refiero al de la selección de fútbol que tras la frustrante derrota con Suiza en el Mundial ha bajado un poquito, pero en la que hay que seguir confiando por varios motivos: porque objetivamente son buenos en lo suyo y lo acabarán demostrando; y porque en unos momentos de cierta "depre" colectiva, la selección y el Mundial son un "clavo ardiendo" al que mucha gente quiere agarrarse. Tampoco me refiero al crédito que de seguir así las cosas, las instituciones europeas tendrían que dar a nuestro País para salir del agujero en el que nos encontramos.

No, me refiero a una sorprendente confesión de parte hecha por Zapatero en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso en respuesta a una pregunta de la líder de UPyD, Rosa Díez. "España es un país solvente, sólido, fuerte y con crédito internacional" empezó diciendo el presidente en la respuesta a su ex compañera de partido, para a continuación señalar que "el crédito de España es muy alto en el mundo, es fruto de lo que hemos hecho todos durante treinta años; seguramente el que menos ha hecho es este Gobierno, estoy dispuesto a admitirlo, pero como español me siento orgulloso de lo que hemos hecho durante treinta años y quito al Gobierno y a quien lo preside".

Decía recientemente Felipe González, con un cierto grado de maldad, que la crisis le estaba golpeando a Zapatero y añadía el matiz de que ese golpeo le estaba afectando también físicamente. Se quedó corto el ex presidente del Gobierno, porque a tenor de la literalidad de las palabras anteriormente transcritas, también se podría afirmar que la crisis le ha inyectado al actual inquilino de la Moncloa ciertas dosis de humildad y de autocrítica -sin aquella no se puede dar ésta- desconocidas hasta la fecha en quien se presentó en su día como el campeón del talante.

Está muy bien este reconocimiento de Zapatero, pero me parece que en el terreno de los hechos es indiferente. Efectivamente, el crédito de España en estos momentos en los mercados internacionales, en otros Gobiernos europeos, en los centros de poder donde se toman las decisiones que influyen en la marcha de las cosas, está bajo mínimos. El primer y mayor responsable es el presidente y su Gobierno. Estamos a menos de dos semanas del final de la presidencia semestral europea por parte de Zapatero y el balance de lo realizado en este tiempo no puede ser más inicuo. No ha existido tal Presidencia, no ha habido liderazgo ni nada que se le parezca. Se podrá argumentar que la crisis económica en España ha sido de tal magnitud que ha requerido toda la atención del presidente del Gobierno. Aceptando que esa puede haber sido una de las causas de esta Presidencia europea tan incolora, inodora e insípida, también es verdad que Zapatero no da más de sí. Si fuera coherente con su ejercicio de autocrítica, como mínimo disolvería las Cortes y convocaría elecciones anticipadas. Y como máximo dejaría paso a otro miembro de su partido para pilotar el barco. Pero no hará ni una cosa ni otra. La humildad y la autocrítica en Zapatero tienen un límite: la permanencia en el poder.

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