MADRID 13 Abr. (OTR/PRESS) -
Se equivocaría quien pensara que los casos de corrupción política sólo hacen daño a los partidos a los que les afecta directamente. Siendo un hecho cierto que sí les afecta, también lo es que las propias bases del sistema democrático se ven afectadas por las prácticas corruptas de unos pocos. Porque la desafección de los ciudadanos respecto a la clase política a la que acaban viendo o considerando mas bien como una "casta", o las críticas generalizadas que se pueden resumir en el injusto "todos los políticos son iguales" van minando y de que manera a la propia democracia que se organiza, en cuanto a los cauces de participación de los ciudadanos en los asuntos públicos se refiere, a través de los partidos políticos.
A ese estado de cosas contribuye sobremanera la falta de voluntad sincera y real de los partidos políticos de poner todos los medios necesarios para acabar con la corrupción o al menos, para intentar paliarla todo lo posible. Después de bastantes años donde estas prácticas perversas han salpicado prácticamente a todas las formaciones políticas en España -PSOE, PP, CIU, PNV, Unión Mallorquina- la credibilidad de los políticos cuando anuncian que van a estudiar medidas para atajar la corrupción o proponen códigos éticos o de buena conducta para sus cargos públicos, es realmente mínima.
Tampoco ayuda a mejorar esa imagen las reacciones que se suelen dar en los dirigentes de un partido cuando se conoce un caso de corrupción que les afecta. Fijémonos, por ejemplo, en lo que ha sucedido en los días pasado en el PP a raíz del levantamiento del secreto del sumario en el conocido como caso Gürtel. Han tenido que pasar seis días para que un dirigente de este partido, en este caso la secretaria general María Dolores de Cospedal, pida públicamente perdón a los ciudadanos por los comportamientos de los cargos públicos del PP implicados en este caso. Pero esa petición de perdón, que está muy bien y es una práctica muy poco habitual en un responsable político, queda empañada cuando a continuación añade que no entiende muy bien por qué tiene que dañar la imagen del partido el que su ex tesorero Luis Bárcenas mantenga su escaño de senador. Si a estas alturas de la película hay que explicarla a la "número dos" del PP la diferencia que hay entre responsabilidades penales y responsabilidades políticas en situaciones como las que afectan al señor Bárcenas -al que por otra parte le asiste todo el derecho a la presunción de inocencia- entonces, apaga y vámonos.
Algunos piensan que la corrupción es consustancial a la condición humana. Y seguramente será así. Pero eso no es excusa para que se sea muy exigente con todas aquellas personas que de forma voluntaria -como es el caso de los políticos- se dedican a la cosa pública y manejan fondos también públicos. Lo que no quiere decir que las prácticas corruptas en otros ámbitos privados sean también condenables desde un punto de vista ético y moral.