Actualizado 20/07/2010 14:00

Fermín Bocos.- Sin críticas.

MADRID, 20 Jul. (OTR/PRESS) -

En el último Comité Federal algunos dirigentes socialistas se han atrevido, tímidamente, a expresar con muchas cautelas que no les gusta la deriva que están tomando sus compañeros del PSC respecto al fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Pero siendo esto verdad, se equivocan quienes piensan que Rodríguez Zapatero tiene la más mínima contestación desde dentro del PSOE. Se equivocan por la sencilla razón de que el PSOE del presente no se parece al del pasado reciente.

No es que el PSOE se haya modernizado, no es eso, lo que ha sucedido es que ahora es un partido hecho a la medida de su líder. Nada más convertirse en secretario general, Zapatero de la mano de su Secretario de Organización, José Blanco, comenzó a remodelar el PSOE y lo han hecho a conciencia, tanto que hace tiempo que se han apagado las voces discrepantes.

Felipe González, que fue sin duda un líder con carisma y sobre todo querido dentro de las filas de su partido, se enfrentó en más de una ocasión a criticas y resistencias internas. Rodríguez Zapatero no es ni carismático ni tan querido, pero tiene un partido que no se atreve a rechistarle y como mucho le critican fuera del Comité Federal y en voz baja.

Detrás de su aparente bonomía hay un político frío, que guarda en la recámara la factura a quienes le critican. Por eso, Zapatero hace y deshace a su antojo dentro del PSOE sin temor a que nadie se le plante. En realidad, hace tiempo que el PSOE, pero también el PP, son partidos de poder donde todo está pensado a mayor gloria del líder y sobre todo de permanecer en el poder o llegar cuanto antes.

De manera que a los socialistas que no sólo no les gusta, sino que les preocupa la política de Zapatero respecto a Cataluña y otros asuntos, se abstienen de decirlo en voz alta por temor a que desde Ferraz les pasen la tarjeta de visita. Así que Zapatero gobierna tranquilo sabiendo que el frente interno se lo controla José Blanco, otra cosa será lo que suceda el día en que pierda unas elecciones generales y tenga que volver a la realidad. Ese día, muchos de los que hoy le dan palmadas y murmuran a sus espaldas serán los primeros en decir en voz alta que ya lo decían ellos que esto no puede ser. Pero para eso aún falta tiempo ¿o no?