Actualizado 23/06/2010 14:00

Francisco Muro de Iscar.- Que sigan los que están.

MADRID 23 Jun. (OTR/PRESS) -

"Incertidumbre es la palabra que define este tiempo", lo ha dicho José Blanco, siempre lúcido. No sabemos si hay cambio de Gobierno, si habrá sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña y ni siquiera si España llegará lejos en el Mundial. Incertidumbre a tope. "De cada respuesta que se da surgen mil interrogantes", añade el ministro de Fomento y consejero áulico del presidente del Gobierno. "La rumorología interesada cotiza al alza", insiste Blanco. "Hay que emplear criterios de eficiencia, porque, de verdad, esto no da para más", remata la voz más reflexiva del socialismo actual. Por eso ha hecho bien el presidente en decir que no va a haber crisis de Gobierno. Me parece bien por muchas razones. Europa, el FMI y hasta Obama han dicho que las reformas que ha emprendido Zapatero van por buen camino. Que nos saque de la crisis quien nos llevó a ella negándola repetidas veces.

Al margen de la tranquilidad que habrá supuesto para ministros y secretarios de Estado, directores generales, presidentes de empresas públicas, asesores de ministros, de secretarios de Estado, de directores generales, de otros cargos de confianza, etc. -y de sus respectivas familias, que todos las tienen y hay que pensar en ellas-, ¿qué garantía tenemos de que un cambio de Gobierno vaya a suponer por sí mismo una mejora de las condiciones para luchar contra la crisis? ¿Cuántos puestos de trabajo se van a crear -o no se van a destruir, si somos más realistas-, si se va Corbacho? Si se suprimen algunos Ministerios, cuya gestión permanece en una tercera dimensión, en el espacio de lo desconocido, ¿se va a enterar alguien? Cualquier cambio que haga el presidente, incluso si reduce Ministerios, supone, de hecho un aumento del gasto. Los funcionarios siguen, aunque les cambien el destino. Hay que cambiar toda la señalética, todas las agendas, el papel de cartas, las tarjetas, los sobres* todo. Un derroche. Y, por si fuera poco, un cambio en vísperas del verano tiene problemas añadidos. El primero y más importante que los que llegan tienen que aprenderse lo que ya se saben, aunque no lo empleen mucho, los que están, con lo cual hasta septiembre, no avanzaremos en nada. El segundo problema es que chafan las vacaciones a miles de empleados públicos que no tienen la culpa de nada. Así que mejor dejar las cosas como están. Si vamos a hacer lo que nos han mandado, nombrar un nuevo Gobierno no es necesario. Basta con que los que están llamen a la Merkel o a Obama y pidan instrucciones.

Y sobre todo, ¿qué garantías tenemos de que con un cambio de Gobierno va a variar la forma de gobernar? Mejor que sigan los que están. Y si hay que cambiar algo, que cambien al presidente. Cuando se va mal en la clasificación, siempre se cambia al entrenador. No añadamos más incertidumbre a la certeza. Acabemos con los rumores. Esto no da para más..

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