Actualizado 10/09/2010 14:00

José Cavero.- La cómoda ventaja del PP sobre el PSOE.

MADRID, 10 Sep. (OTR/PRESS) -

Hay encuestas que se publican, y encuestas de uso privado y particular, sólo para uso de los "cuarteles generales" de los partidos. A estas últimas se refiere una reciente crónica de El Confidencial, según la cual, Mariano Rajoy ha comenzado el curso político exultante por el resultado de las encuestas. El líder el PP y su equipo están convencidos de que la diferencia que les separa del PSOE es ya prácticamente insalvable en lo que resta de legislatura, especialmente por el deterioro de la imagen de José Luis Rodríguez Zapatero y la evolución de la situación económica. De acuerdo con estas encuestas "privadas", la ventaja del PP sobre el PSOE, según los datos que maneja Génova, se sitúa entre 8 y 10 puntos. Es decir, de 2 a 4 puntos más de lo que calculó el CIS en su último barómetro, publicado en julio, cuando los populares aparecían 6,3 puntos por encima de los socialistas en estimación de voto. Las diferencias estriban en el modelo aplicado para destilar los datos proporcionados por la encuesta. Así, en Génova se considera que el CIS tiene un claro sesgo a la izquierda, por lo que se encargó a dos empresas privadas el análisis de las cifras en bruto recopiladas por el organismo público.

Pero los resultados que más euforia desatan entre los populares es la hemorragia de votos que se percibe entre los socialistas. La dirección del PP sostiene que el PSOE ya ha perdido la confianza de tres de los más de 11 millones de votantes que le apoyaron en 2008. Y, si cabe más importante, un millón de estas papeletas acabarían en la urna del PP, si se celebrasen elecciones generales. Precisamente, una de las obsesiones electorales del PP desde 2008 es robar electores al PSOE, por lo que el millón de conversos es una de las principales esperanzas populares. Ciudadanos que apostaron por Zapatero en los últimos comicios, pero que, desencantados por el rumbo político que ha tomado su Gobierno, están dispuestos a respaldar a Rajoy. Según fuentes populares, el resto, hasta dos millones de votos huidos del PSOE, se repartirían entre la abstención, Izquierda Unida, nacionalistas de izquierda y UPyD, formación que, en la actualidad, estaría captando más apoyos procedentes de las filas socialistas que de las conservadoras. En Génova se considera que este comportamiento del electorado socialista, sumado a la alta fidelidad que presentan los votantes del PP, debe traducirse en una clara victoria, que podría recordar incluso a los porcentajes de voto logrados con José María Aznar en el año 2000. Entonces, el PP alcanzó el 44,5 por ciento de los votos, y 10,3 millones de votos.

La euforia demoscópica de los populares no llega a prever una repetición de aquella mayoría absoluta, sino que aspira a una horquilla de entre el 42 y el 43 por ciento. No obstante, los resultados de 2000 ofrecen una de las claves para la victoria que impregna toda la estrategia del PP. Se trata de evitar que una parte del electorado se movilice en contra de los populares, y opte por Zapatero sólo para impedir un triunfo de Rajoy. El equipo del jefe de la oposición recuerda que en 2000 no se produjo ese movimiento para "echar al PP", sino que una mayoría quiso darle la oportunidad de seguir gobernando. Esto mismo se quiere repetir en 2012 aprovechando la pérdida de confianza en Zapatero y la modulación del mensaje popular. Pero, ante la gloria y el éxito que prometen las encuestas, dirigentes del PP alertan del peligro de "dormirse en los sondeos" y dejar escapar esta posibilidad de recuperar la Moncloa.

De hecho, las perspectivas de victoria son una de las razones por las que Rajoy se ha permitido retrasar, una vez más, la designación de candidatos. El líder del PP volvió a dar largas a Francisco Álvarez Cascos y Francisco Camps, que anhelan su nombramiento para encabezar los carteles de Asturias y la Comunidad Valenciana, respectivamente, durante la reunión del Comité Ejecutivo celebrada esta semana en Santiago de Compostela. Asimismo, fuentes populares advirtieron que la creciente desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos y la actividad política, y no sólo hacia el Gobierno socialista, puede poner en peligro las expectativas de la oposición. Y es que, según el CIS, la clase política se ha convertido en el tercer problema de los españoles. Euforia y felicidad, por consiguiente, pero "dentro de unos límites de moderación y discreción".

Leer más acerca de: