MADRID 14 Nov. (OTR/PRESS) -
Curiosamente, se ha da circunstancia de que dos políticos se notable actualidad, la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez y el líder batasuno, Arnaldo Otegi, son coincidentes en una misma actitud: La de reservase, tal vez para posterior y mejor ocasión, el empleo de la palabra condena.
Trinidad lamenta y reclama toda suerte de explicaciones sobre lo acontecido en la ciudad construida hace unas semanas en las afueras de El Aaiún, y en la que se calcula que unas veinte mil personas se reunieron para reclamar al Reino de Marruecos una solución definitiva y aceptable para el pueblo saharaui, desde hace treinta y cinco años "asumido" por la administración marroquí. A partir de la formación de esa ciudad de jaimas, se produjo la entrada a sangre y fuego de las fuerzas de seguridad marroquíes, que acabaron con procedimientos violentos con esa demostración incómoda para el régimen del monarca Mohamed VI. Pero hoy es el día en el que la férrea censura que se aplica en el vecino país del sur no ha facilitado que se sepa mucho más de lo acontecido, ni tampoco el número de víctimas de cada parte, -fuerzas marroquíes y ciudadanos saharauis-, que en todo caso, se estima que fueron elevadas.
España tiene mucho que ver con este conflicto y con su origen, pero a casi todos ha parecido insuficiente la actitud de protesta y hasta la pasividad desarrollada por las autoridades españolas, mucho más interesadas en, sencillamente, "llevarnos bien" con el incómodo "dueño" de Marruecos y con sus padrinos americanos. De manera que desde el Gobierno español, Zapatero o Trinidad Jiménez, se ha secundado por escasamente el deseo popular español muy extendido y hasta generalizado de resultar mucho más exigente, reclamar exigencias y proporcionar datos sobre lo ocurrido y las soluciones que cabe buscar y hallar para el problema del Sahara, siempre pospuesto en la agenda de preocupaciones internacionales o bilaterales hispano-marroquíes. A lo sumo, la opinión pública española consigue de la Administración española que reclame y exija explicaciones y datos, y hasta que permita que los medios informativos españoles den cuenta lo sucedido. Pero no se ha conseguido escucharla palabra que pudiera condensar el ánimo y el deseo general: que se condene al régimen dictatorial y torturador que impera en Rabat. Trinidad no quiere condenar a los amigos marroquíes...
Y algo parecido está sucediendo con el portavoz batasuno, Arnaldo Otegi. Encarcelado desde hace un año por supuesta apología del terrorismo, compareció este jueves ante el juez para explicar si, realmente, el acto en el que participaba cuando fue detenido, un mitin en Anoeta, tenía, sobre todo, ese propósito de hacer el elogio y la magnificación de quienes cometen actos terroristas en las filas de la banda ETA. Otegi insiste, una y otra vez, en que su participación en el mitin y sus más recientes actuaciones públicas no tienen otra pretensión que la de explicar que los abertzales batasunos están convencidos y decididos a participar en la política prescindiendo, en absoluto, de todo procedimiento violento. Es decir, que en modo alguno "jugarían" como lo hace ETA, con procedimientos violentos, aunque no termina de aclarar si procederían, como hasta la fecha, como prolongación de la banda ETA "por medios políticos", que es lo que se teme.
El Gobierno y las fuerzas políticas, de manera expresa, pretenden conseguir que Otegi se desmarque y se diferencie de ETA si, de verdad, pretenden tener un lugar de juego en la política. Y para ello, para conseguir ese desmarque y desvinculación de ETA, se les exige que condenen esos procedimientos, o bien que la banda desaparezca de una vez por todas. Y como no se consiguen ninguna de esas dos cosas, Otegi viene a ser una especie de rehén de una situación que, de momento, no tiene salida: asegura que no empleará métodos violentos o terroristas, pero no quiere enemistarse con sus amigos etarras condenando sus actuaciones pasadas y presentes. La palabra condena es la que Otegi no quiere utilizar, y eso hace que su situación y la de los abertzales radicales no avance en el propósito deponer presentar listas de candidatos en las elecciones próximas.
Por ello, Trinidad Jiménez o Arnaldo Otegi están siendo rehenes de su propio vocabulario "diplomático", en el primer caso, o "político" y de oportunidad, en el segundo.