MADRID 23 Jun. (OTR/PRESS) -
La afirmación es del portavoz del PP, Esteban González Pons, y creo que es textual: Nuestro voto será congruente, pero aún no sabemos cuál será. Se refería Pons, unas pocas horas antes del debate en el Congreso sobre la ratificación del decreto sobre reforma laboral, materia sobre la que los distintos dirigentes del PP han mantenido una formidable opacidad y confusión. Hasta el punto de que se llegaba al pleno de este martes sin saber si el PP votaría a favor, en contra o se abstendría. "Nuestro voto puede aún ser favorable -añadía Pons-, porque el presidente puede llamar por teléfono y conseguir nuestro apoyo...". Y algo parecido sucedía con Convergencia, que tras haber anunciado en un primer momento que facilitaría la aprobación del decreto, a última hora anunciaba una sorprendente ambigüedad final. De manera que, unos por los otros, lo cierto es que se llegaba al pleno sin conocer cuál sería el sentido último de los votantes, algo que el Gobierno había intentado evitar, en esta ocasión, para no repetir la situación "de infarto" de la votación anterior, sobre el decreto de los ajustes del gasto público, con resultado incierto hasta el final, y con sólo un voto de diferencia en favor del Gobierno.
Y mientras tanto, a los propios ciudadanos, los partidos también nos mantienen en una cierta ignorancia. No terminamos de saber si la reforma laboral es la adecuada, se ha quedado corta o ha ido más allá de lo prudente. Los partidos y sus líderes han faltado a su deber de cooperar en la creación de una opinión pública veraz y creíble. Tan sólo las centrales sindicales y sus dirigentes parecen tener claro, y permanente, su opinión radicalmente contraria al texto del Gobierno. El resto de los protagonistas "no sabe, o no contesta". O no quiere saber y prefiere callar.
Por extraño que parezca, esa ha sido la situación en las horas anteriores al debate del Congreso: el PP anuncia que sigue dispuesto a dialogar hasta el último minuto mientras invita a Zapatero a que le llame para buscar el último acuerdo. También CiU mantiene en secreto su voto, como el PP, seguros ambos de que el proyecto prosperará sin necesidad de que ellos mismos cooperen, tras haber garantizado CiU que no impedirá el cambio del mercado de trabajo. El PNV anuncia su abstención y allana un poco el camino a la reforma. Ningún grupo de la oposición quiere aparecer como aliado del Ejecutivo.
Eso sí, el ministro Corbacho expresaba su confianza en la convalidación y que se mantenga el contenido del proyecto que apadrina y defiende con incierta suerte. ¿Corbacho es partidario del decreto, y lo que es más importante, cree en su eficacia? Porque ni siquiera en esta materia ha tenido, tampoco, manifestaciones congruentes. Dijo primero que no se podía pensar que el decreto fuera a crear empleo, luego admitió que, de haberse elaborado antes, esa reforma hubiera evitado tantos parados como se han producido, y ahora dice que prevé 2,37 millones de contratos hasta finales de 2011. ¿En qué quedamos, Celestino? ¿Sirve o no sirve ese decreto que pretende convertir en ley?
Sólo sabemos que esta vez, el gran impulsor Obama ha dado el visto bueno a los propósitos del Gobierno. Y que España venció a Honduras en Africa del Sur...