MADRID, 13 Jun. (OTR/PRESS) -
El espaldarazo de Felipe González a Zapatero, el propio tono y empuje de uno y de otro, desató diferentes sensaciones en el subconsciente de los socialistas e incluso de los españoles en general, sobre todo de los que recuerdan mejor los años ochenta. No lo verbalizaron en público pero más de uno echó de menos el peso de Felipe. No se trata de que sea ésa ahora la hipótesis del PSOE --puestos a hacer relevos se habla más de Blanco o incluso del joven Madina, pensando ya más en el futuro--, pero lo que prueba la reflexión sobre la estampa de Felipe y ZP es que algo debe cambiar.
Tal y como estamos, las cosas van mal para el PSOE, para el Gobierno y, lo que es más importante, para el propio país. Ni siquiera está claro que vayan bien para Rajoy, que todo lo fía al desastre de sus adversarios, sin reparar en que la gente se da cuenta y en que a estas alturas todo el mundo sabe que esta crisis va más allá de partidos y de países, hasta el punto de amenazar a auténticos acorazados económicos como Alemania.
Lo que es evidente, en cualquier caso, es que de las crisis hay que intentar salir y que para eso es decisivo el factor humano. No es lo mismo un mal gobierno o un gobierno gastado que un buen gobierno, y no es lo mismo tener ideas contra la crisis que no tenerlas. Del mismo modo que no lo es tener o no confianza, saber de economía o no saber. Si asegura su mayoría parlamentaria, el presidente Zapatero necesita encontrar una salida y no solo para él.
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