MADRID 15 Ago. (OTR/PRESS) -
A Mariano Rajoy suele acusársele de no tomar decisiones y de consentir lo intolerable en el partido que preside. En la calle también se ha extendido esa impresión, lo que explica su mala calificación en las encuestas, a pesar de tener a su principal adversario, el presidente Zapatero, muy 'tocado' por la crisis. Sin embargo, el manejo de los tiempos que hace Rajoy también le permite sobrevivir, sin que sus rivales internos alcancen sus verdaderos objetivos, que a veces persiguieron el relevo del propio presidente del Partido Popular.
Las elecciones locales y autonómicas, junto con los asuntos de corrupción que atenazan al PP, van a traerle nuevas complicaciones a Mariano Rajo*,que intentará eludirlas como mejor pueda. La patata caliente que más le quema es la del valenciano Francisco Camps, quien anunció su intención de ser candidato a pesar de los riesgos que corre en manos de la Justicia. Rajoy también es consciente de ello pero no moverá ficha, salvo que los jueces tomen decisiones insalvables para*Camps.
En el frente asturiano, desde donde Paco Cascos desea volver a la política activa, Rajoy también se dejará llevar por los acontecimientos. No le pondrá palos en la rueda a su ex compañero de Gobierno en tiempos de *Aznar*pero tampoco se enfrentará a la dirección del PP asturiano, reacia a colocar a Cascos de candidato a presidente del Principado. En Madrid, por el contrario, Rajoy tiene un buen aliado en Ruiz Gallardón -es su preferido, incluso más que Núñez Feijó, y ha conseguido que Esperanza Aguirre hable menos. Entre sus personas de confianza sin reservas mantiene a Ana Pastor, Javier Arenas y Montoro.
A su manera, Mariano Rajoy perfila decisiones con una ambigüedad calculada que sus rivales internos le echan en cara, ahora ya más en privado que en público, pero si algo se ha demostrado es que Rajoy, a pesar de sus errores, tiene todo a su favor para ser presidente del Gobierno. Sus detractores le reprochan que, estando como está Zapatero, el PP debería de arrasar en las encuestas. Sin embargo, Rajoy sigue a lo suyo, que no es otra cosa que sentarse un día en la Moncloa. Si llega ese momento, el cierre de filas será un hecho y, como la política española devora enseguida sus propios acontecimientos, para entonces nadie se acordará de las debilidades actuales de Mariano.