MADRID 8 May. (OTR/PRESS) -
El Gobierno de Rajoy y su partido hacen como que no se enteran de la trascendencia de su caída electoral en picado en todas las encuestas y de la desafección casi absoluta de la inmensa mayoría de los españoles. No están dispuestos a torcer el rumbo de su endiablada política y si ofrecen pactos al resto de las fuerzas políticas y sociales es para que todos acaten y aplaudan lo que ellos disponen y deciden. Es vergonzosa la respuesta que le han dado al líder socialista Rubalcaba ante la propuesta de este partido para combatir la crisis y propiciar el empleo. Les ha faltado poco para insultarles e incluso creo que lo han hecho. De manera que Alfredo Pérez Rubalcaba ya puede desengañarse y dejarse de blandenguerías con Rajoy y los suyos porque es evidente que no tienen la mínima voluntad no ya de pactos sino ni siquiera de diálogo. Me quiero equivocar. Alfredo no pierde la esperanza y pide a Rajoy y Olli Rehn que sean más humildes ante su propuesta, que viene a ser algo insuficiente pero, desde luego, mil veces más interesante y útil que lo que nuestro Gobierno y nuestra UE ofrecen y dan.
El PSOE todavía paga el caro precio de su paso por el poder en su segunda legislatura, la de la crisis. Lástima que en mayo de 2010, en lugar de ceder ante Bruselas y otras hierbas, el Gobierno de Zapatero y él mismo como su presidente se hubieran negado a aceptar aquello y se hubiesen ido a casa. Nunca debieron hacer nada que después sirviera al PP para sus historias de la herencia recibida y demás imbecilidades. La crisis vino por los caminos de Europa y por los propios caminos derivados de la burbuja inmobiliaria, propiciada por la ley urbanística de Aznar y por el ansia desmedida de enriquecimiento de los amigos de aquel Gobierno. Todo lo demás son invenciones y coartadas de los verdaderos responsables de todo. Pero, ya digo, que Zapatero se equivocó de medio a medio al no dimitir con todos los suyos tras aquella aciaga noche europea de mayo del 10. Rubalcaba estaba allí y ahora sigue pagando por culpas propias pero sobre todo ajenas. Así se escribe la historia.