Actualizado 16/06/2010 14:00

Pedro Calvo Hernando.- ¿A quién entusiasma la huelga?.

MADRID 16 Jun. (OTR/PRESS) -

Aquí todo el mundo se sacude las pulgas de las responsabilidades y le echa todas las culpas al Gobierno en exclusiva. Si la mayoría de la gente se lo cree, pues se saldrán con la suya. Lo que me cuesta trabajo es creer que esa mayoría de españoles se trague el anzuelo, sin sacar la conclusión de que tal simplificación del problema de la crisis no se sostiene en pie. Los sindicatos tienen que saber de sobra que las culpas de la crisis son compartidas por todos, incluidos ellos mismos, y que los únicos libres de culpa son los trabajadores como tales. Ahora deciden ir a la huelga general el próximo, aunque muy lejano, 29 de septiembre. Tres meses y medio durante los cuales pueden suceder mil cosas, como que todo se venga abajo en Europa y en España, que el euro sea desterrado del planeta Tierra, que las masas populares caigan en la cuenta de quiénes son los verdaderos y grandes culpables de lo que pasa. Hasta puede ocurrir que los sindicatos lleguen a la convicción de que se han equivocado y que más vales desconvocar la referida huelga.

No parece muy sensato fijar para esa huelga general una fecha tan lejana, a no ser que la razón sea que ahora no ven motivos suficientes y que esperan a que en los próximos meses esos motivos se presenten o se agudicen, lo que no diría nada bueno de los deseos íntimos de las cúpulas sindicales. Pero no me creo tal cosa, sino más bien que los dirigentes de los sindicatos se han visto también presionados para tomar una decisión que perjudique de pleno al Gobierno de Zapatero, el único poder que ha velado en estos seis años por los intereses de los trabajadores y, en general, de las capas sociales menos favorecidas por la fortuna. Se supone que los líderes sindicales tienen que saber de sobra a quiénes entusiasma eso de la huelga general como uno de los caminos más directos para precipitar la toma del poder por la derecha pura y dura, que lleva seis años ensayando los procedimientos para mandar a Zapatero a su casa y llegar a la Moncloa como los salvadores de la patria. Unos salvadores que no habrán hecho el más mínimo merecimiento.

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