MADRID 9 Oct. (OTR/PRESS) -
Cuando un partido tiene dificultades, lo que nadie de dentro debe hacer es meter la pata y regalar argumentos al adversario. Lo contrario de lo que acaban de hacer, por ejemplo, entre otros, Alfonso Guerra y José María Barreda, el primero con su desconsiderada referencia a Trinidad Jiménez, y el segundo con ese lenguaje apocalíptico que evoca catástrofes. Por un minuto de lucimiento personal o de desfogue nadie puede poner en peligro la estabilidad de su partido, en este caso el PSOE, que bastante tiene con batallar en solitario contra la crisis económica y contemplar con suprema perplejidad cómo las toneladas de corrupción que afectan a su adversario no parecen hacer mella en el electorado, según las encuestas. Al final, tengo la impresión de que quien mejor ha actuado en el tema de las elecciones primarias de Madrid ha sido Tomás Gómez, el ganador y secretario general del PSM. Yo no tenía formado un gran juicio del ex alcalde de Parla, pero estos días, desde el momento mismo de su victoria, ha demostrado más inteligencia, generosidad y sentido político que todos los demás juntos.
Al candidato socialista lo he visto y oído estos días en diversos debates y entrevistas y la verdad es que me ha hecho cambiar la liviana opinión que yo tenía de él. Tiene un conocimiento exhaustivo y crítico de la Comunidad de Madrid y sus problemas, así como una capacidad dialéctica nada común y unos conocimientos de economía muy notables. Ello explica la inquina con que se le empieza a mirar desde la derecha, cuando durante el proceso de primarias sólo les faltaba mandarle besos y cariños, cuando la derecha pensaba que no era un personaje de la suficiente altura. Me imagino ahora a Esperanza Aguirre altamente preocupada por su contrincante y empiezo a dudar que acepte celebrar debates cara a cara con él. Me acuerdo de los pretextos baratos que ponía Rajoy para no debatir con Zapatero en la campaña de las elecciones de 2004 e imagino que algo parecido puede suceder ahora en la comunidad madrileña. Al final vamos a ver cómo Tomás resulta ser el barón más leal a Zapatero, ¡oh paradoja!