MADRID 27 Sep. (OTR/PRESS) -
Primero fue que se rompía España, cuando se lanzó el Estatut de Cataluña y cuando acusaban al Gobierno de rendirse a ETA. Luego hemos tenido años para comprobar que aquí no se rompía nada, que no aparecían por ninguna parte los añicos de la patria, que el Gobierno de Zapatero era tan patriota como el que más. Tiempo para meditar sobre los excesos y los inventos de los desesperados por haber perdido el Gobierno, que sólo les había durado ocho años, de los más de treinta transcurridos desde la reposición de la democracia. Vino también el que se rompe la familia, cuando se aprobaron las leyes de matrimonio homosexual y otras, que produjeron escandalosas manifestaciones y campañas que auguraban lo peor de lo peor. Y en España siguió sin romperse nada, si se exceptúa el sentido común y la seriedad de los predicadores de las rupturas que siempre se anunciaban y que nunca llegaban. Y así durante todos los años que viene durando el poder en manos de Zapatero y del PSOE, declarado finiquito esta vez desde el mismo instante en que había ganado por segunda vez las elecciones generales.
Y ahora es que se rompe la caja única de la Seguridad Social, cuando lo que se rompe es la esperanza de los desesperados por colarse en la Moncloa mucho antes de tiempo, que es exactamente lo único que les importa. Ni siquiera les preocupa que su actitud ponga en peligro la estabilidad del Gobierno vasco, sostenido en Euskadi con el concurso de sus correligionarios, al parecer mucho más sensatos y que seguramente no tomarán ninguna decisión de la que luego todos tendrían que arrepentirse. Ni siquiera se dan cuenta de que saldrían perdiendo siempre, pues la alternativa allí sería un Gobierno del PNV y el PSE, que sería el final del protagonismo popular en esa comunidad. Un poco más de paciencia y de sentido común sería buena cosa sobre todo para ellos. Menos prisas por desalojar de la Moncloa al actual inquilino y más reflexión sobre el riesgo de que las locuras les impidan luego llegar por vía electoral normal. Y lo que se rompe también es el alma de los muchos cansados de aguantar mecha.