Actualizado 12/08/2010 14:00

Rafael Torres.- Al margen.- Aguirre, tocada.

MADRID 12 Ago. (OTR/PRESS) -

Zapatero debería haber recordado, antes de retirar su confianza al candidato natural de su partido a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, que hace sólo siete años nadie daba tampoco un duro por él. Sin embargo, la facilidad del presidente del gobierno para conseguir que le salgan bien, a la postre, las cosas que hace un poco a tontas y a locas, ha obrado el prodigio político de convertir un gesto de debilidad en un acto de fortaleza frente a Esperanza Aguirre: cualquiera de los dos candidatos de las "primarias" del PSOE que salga elegido, Gómez o Jiménez, estará en condiciones más que razonables para disputarle con éxito la presidencia de la Comunidad.

A Trinidad Jiménez le avala su experiencia política bien conocida, ya en asuntos internacionales, ya en la oposición municipal, ya en el ministerio de Sanidad, y le favorece su buena educación frente al desparpajo gamba y señoritil de Aguirre, pero a Tomás Gómez, que era un perfecto desconocido para la opinión pública pese a haber sido por dos veces el alcalde más votado de España, le avalaría, caso de ganar las "primarias" con su correspondiente chapuzón mediático, el conocimiento general de sus potencias y sus talentos políticos, que no son pocos ni desdeñables en un país de políticos escalofriantemente mediocres.

El canguelo que ha llevado a Zapatero a preferir a alguien de su entera confianza, Trinidad Jiménez, a un Tomás Gómez que veía poco sumiso y escasamente ganador, ha vivificado y estimulado a un partido que en Madrid ha sido siempre una pena y que ahora, agavillado en torno a Gómez, ha encontrado una razón para combatir, y no tanto contra Génova como, curiosamente, contra Ferraz.

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