Actualizado 11/08/2012 14:00

Rafael Torres.- Al margen.- ¿Quién roba?.

MADRID 11 Ago. (OTR/PRESS) -

Se trata, ciertamente, de una pregunta ociosa: todo el mundo sabe quién roba. Y en ese catálogo de rufianes y amigos de lo ajeno no se encuentra precisamente Sánchez Gordillo ni ninguno de los que con él sacaron sin pagar de un supermercado algunos productos de primera necesidad para repartir entre familias en puros.

Por no señalar, que está muy feo, cabría decir que en la Administración, en sus aledaños, en sus covachas, en sus anfractuosidades, se encuentra el número mayor de bandidos, y desde luego los que trabuco en ristre, esto es, auxiliados por todo el aparato represivo y coercitivo del Estado, han asolado las serranías del país con su inepcia, con su cleptomanía o su codicia, ora arrebatando el trabajo y el pan a las personas honradas, ora despojándolas de los servicios públicos esenciales que edificaron y mantenían con sus impuestos, ora expoliando sus recursos, ora reventando los cerrojos de las cajas comunales, ora entregando sus vidas a los prestamistas internacionales, ora, en fin, atracando bancos, esas Cajas de Ahorro donde la gente metía su dinerillo sin imaginar que estaban regidas por sinvergüenzas y por hampones de guante blanco.

Pero no sólo sería fácil hallar en la Administración y sus alrededores a los que roban, sino que el propio Estado se ha convertido en la mismísima cueva de Alí Babá, la gruta en la que se amontona lo mangado a la gente a punta de retaco. Ahí está Bankia, que se apoderó del dinero de noventa mil clientes mediante la estafa piramidal de las Preferentes, y que ahora pertenece al Estado, o al Gobierno, que tanto da.

En esa cueva se apila ese botín, y el de los ahorradores que, inducidos a engaño con cuentas falseadas, se convirtieron en "bankeros", es decir, en accionistas de un espantajo, de un momio, y tan dispuesto parece el Estado a no soltar la presa, que se ha apresurado a cortar de raíz la pequeña alegría que les había dado últimamente la Bolsa, cotizando sus cromos repetidos ¡a menos de la mitad de lo que habían pagado por ellos!

¿Quién roba? ¿Y qué policía, o qué juez, podría detenerlos?

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