Actualizado 30/06/2010 14:00

Rafael Torres.- 'Al margen'.- Sangre, sudor y lágrimas

MADRID 30 Jun. (OTR/PRESS) -

La necesidad general de apretarse el cinturón no justifica en modo alguno la pérdida de los derechos de los trabajadores, que, pese a ser escasos, ha costado obtenerlos mucho sudor, mucha sangre y muchas lágrimas. Ésta historia siniestra del despido libre (o barato, que es casi peor) que convierte a la persona honrada que vive de su trabajo en una cosa de usar y tirar o en un esclavo de imposible manumisión, nada tiene que ver ni con la crisis, ni con el déficit, ni con los ajustes, ni con la productividad, ni con la competitividad, cosa ésta última que le ha copiado el señor Zapatero al señor Aznar, pero sí con la vieja aspiración del capital de contar para su lucro tranquilo, sin sobresaltos, con una masa definitivamente sumisa, asustada, manipulable y espesa, que desconozca o descrea de la extrema dignidad del trabajo y de la más extrema aún del ser humano.

Que haya sido un gobierno presuntamente de izquierda, o sea, del PSOE, el que haya dado forma legal a la explotación sin límite, y más a lo bestia que el PP con aquél "decretazo" con el que quiso depauperar más a los que malviven de las peonadas, no es cosa nueva: el capital ya encargó a Felipe González la llamada "reconversión industrial" que clausuró astilleros, grandes factorías y altos hornos y dejó vacantes a miles de trabajadores esforzados e impecables. Ahora, la historia se repite: no se decreta la confiscación, el "despido", de empresarios que mal llevan sus negocios, que los malgestionan, que no reinvierten ni una pequeña porción de los beneficios en acrecentarlos y generar con ello más empleo, pues los beneficios los extravían en Suiza o en las Islas Caimán, sino que se va a lo fácil y a lo cobarde, que es, encima, lo menos práctico: fastidiar al trabajador, sus planes de futuro, su disfrute de la vida, cebarse con él.

De ciudadano sólo le queda al español, al español trabajador y honrado que no es un manguis, el nombre. A un ciudadano no le despide una empresa porque sí, porque le da la gana, por cuatro cuartos.

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