Publicado 02/03/2023 08:02

Francisco Muro de Iscar.- Esconder la realidad

MADRID, 2 Mar. (OTR/PRESS) -

Dos periódicos encima de la mesa y un conocido que se asoma a las portadas y me pregunta: "¿"Esto" no es noticia para "este" periódico?" Se refiere al último escándalo de corrupción, el llamado "caso Mediador" que esta vez afecta al PSOE y que no merece ni una línea en la portada. Pero también podría haberlo dicho del escándalo arbitral que afecta al Bara y que también fue escondido, mientras se pudo, en algunos medios catalanes. Lo que no se enseña no existe. La realidad se pervierte si se esconde, se manipula o se inventa. También si se pervierte el lenguaje. Algunos sostienen que, al final, la realidad acaba imponiéndose, pero yo tengo mis dudas.

El periodismo pasa por momentos complejos en la búsqueda de un nuevo modelo informativo y económico, pero necesita una relación más estrecha con los lectores, una relación de confianza: "yo me creo lo que me dices y tú me garantizas que buscas la verdad, aunque no llegues a ella". La mayor parte de los lectores se informa leyendo un periódico -una minoría- y oyendo la emisora de radio o el canal de televisión que se acerca más a los que ellos piensan. Son muy pocos los que contrastan la información o cambian de dial. Y los más jóvenes buscan la información, si la buscan, en lugares poco fiables.

Pero la realidad es que no se investiga -las grandes exclusivas son, en muchos casos, filtraciones interesadas-; no se siguen las noticias -salvo en buena parte de la prensa local o regional-; un escándalo sustituye a otro y otro al anterior; los que nos gobiernan -y, aunque no lo digan, los que aspiran a gobernarnos- piensan que los medios públicos están al servicio del que manda y no de los ciudadanos. Dos exvicepresidentes de este Gobierno sostenían hace poco que "los medios públicos deben responder a las mayorías electorales" y uno de ellos es partidario del control público de todos los medios, incluidos los privados. Incluso desde el Gobierno se lanzó el globo sonda de que los medios se vieran obligados a reservar un espacio para que el Gobierno pusiera en él lo que los medios "ocultan". No buscan despolitizar los medios públicos, ni seguir criterios profesionales, de independencia o de objetividad, ni siquiera de equilibrio. Quieren controlarlos.

No es sólo un problema español donde otros casos, como el del comisario Villarejo, han convertido la información en un lodazal. Trump era un maestro en la mentira, en el uso sucio de los medios que le pertenecían y en la distorsión de la realidad que aún muchos norteamericanos se siguen creyendo. Putin tiene la desfachatez de decir que "intervino" en Ucrania para "evitar un genocidio" o que la invasión fue "un respuesta a una agresión". Consumimos por igual información real y hechos falsificados.

Si no hay periodismo de calidad, independiente, que busque la verdad, ganan la mentira, el bulo, el rumor intencionado, las fake news, la posverdad y la cancelación. Y se distorsiona y se manipula la opinión pública. La frontera entre la libre interpretación de los hechos y la mentira es muy frágil. La mentira casi siempre es más seductora que la verdad y casi nunca tiene no ya un castigo penal, sino moral. Algunos viven confortablemente en la mentira. En el periodismo "hay principios y códigos que permanecen -deben hacerlo- inalterables", dijo hace unas semanas el Rey Felipe. Deberían hacerlo.