MADRID 13 Jul. (OTR/PRESS) -
Son ya muchas las semanas en las que algún analista político ha anticipado que José Luis Rodríguez Zapatero tiene ante sí unos días clave para su futuro político. De esta semana central de julio también se ha dicho ya, y que el recibimiento a La Roja pudiera ser el único momento distendido en Moncloa, donde se trabaja contra reloj para rectificar los presagios de una derrota parlamentaria anunciada. El presidente del Gobierno afronta sin aliados su quinto debate sobre el estado de la Nación, que amenaza con convertirse en una auténtica moción de confianza. Según las crónicas, Mariano Rajoy nunca ha vencido en estos cara a cara, pero la situación de Zapatero esta vez es más delicada que nunca, según explica El Confidencial, porque acude al Congreso sin socios, con Cataluña en pie guerra, y con un negro panorama económico, huelga general incluida. Como es habitual en el líder socialista podría anunciar alguna medida inesperada con la que tomar la iniciativa en el debate. Aunque, a diferencia de años anteriores, ya no queda margen presupuestario para sacar grandes conejos de la chistera: el cheque bebé de 2007 acaba de ser suprimido; la Ley de Economía Sostenible anunciada en 2009 agoniza en el Congreso, y las promesas de más gasto público, como los fondos de inversión local, se han convertido en congelación de las pensiones y recortes al sueldo de los funcionarios. Es probable que la explicación de este cambio en política económica centre la mayor parte del discurso de Zapatero, obligado a convencer a los ciudadanos de que ha actuado con responsabilidad y de acuerdo con las circunstancias. Otro de los objetivos del presidente es recabar apoyos para completar su agenda de reformas estructurales.
La modificación del mercado laboral afronta este mes su tramitación en el Congreso, donde también debe ser convalidada la nueva norma para las cajas de ahorro. Además, el jefe del Ejecutivo aprovechará su intervención para impulsar la reforma de las pensiones, que incluye el retraso de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años. No obstante, no se prevé que lance compromisos concretos, ya que este debate debe enmarcarse en la comisión del Pacto de Toledo. Pero el principal problema de Zapatero no es la confección de su discurso inicial, sino el combate dialéctico con Mariano Rajoy y con el resto de portavoces parlamentarios. El presidente sólo contará con el respaldo de los 169 escaños socialistas, y volverá a ofrecer una imagen de soledad que debilita su autoridad para continuar gobernando. No se tratará de una moción de censura, algo en que sí podría convertirse la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, sino de una cuestión de confianza. Como ha sucedido en los últimos plenos, Zapatero estará solo frente a once portavoces hostiles, que le reprocharán su mala gestión y que, en algunos casos, le exigirán que se marche.
Repasemos los frentes de combate: la izquierda, desde IU al BNG, escenificará su ruptura total con el Gobierno a causa del tijeretazo del gasto, la reforma laboral y la proximidad de la huelga general. Los partidos catalanes (CiU, ERC e ICV) endurecerán su discurso tras la multitudinaria manifestación del sábado en Barcelona contra la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional. No sorprendería volver a escuchar a Josep Antoni Durán Lleida decir a Zapatero que está "acabado", y reclamar elecciones anticipadas. Y aunque los socialistas tratarán de culpar al PP, el guiño de Zapatero a Cataluña para reformar el Estatut puede volverse en su contra justo cuando atraviesa por el momento de mayor debilidad política de su carrera.
Por su parte, Rajoy también se enfrenta a un complicado examen. Derrotar con claridad a Zapatero en un debate sobre el estado de la Nación es una de sus asignaturas pendientes: nunca lo ha conseguido. Sin embargo, los populares creen que esta vez Zapatero no tendrá escapatoria ante la deprimida situación económica, social e institucional de España. Rajoy llega al debate tras haber tendido puentes con los nacionalistas y haber templado su mensaje para configurase como alternativa de Gobierno. Prueba de ello es su reciente reunión con el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, y las diversas conferencias y foros con empresarios y economistas en las que ha participado recientemente, para superar el mal momento que le han deparado la sentencia y manifestación contra el Estatuto catalán recortado por el TC, y la corrupción que salpica al PP, sobre todo en Valencia, Castellón y Alicante. Sin embargo, es previsible que en su intervención haya espacio para duros reproches a la gestión de Zapatero, así como el habitual recordatorio de lo que, a su juicio, el Gobierno ha hecho mal, pese a las constantes advertencias del PP. Será entonces cuando el cara a cara se envenene, ya que las respuestas de Zapatero al líder de la oposición tampoco suelen ser amables ni condescendientes... El presidente se crece ante los ataques y críticas de su oponente, de quien ya conoce sobradamente sus puntos flacos.