MADRID 24 Ene. (OTR/PRESS) -
El ya superado Caso de Vic y del empadronamiento de sus inmigrantes ha replanteado la muy vieja y debatida cuestión de la inmigración, tantas veces convertida en piedra de escándalo y de batalla entre los partidos. No hace falta más que recurrir a lo escuchado en los últimos días: de un lado, quienes han proclamado que "en España no cabemos todos" -slogan reivindicado por CiU y por Alicia Sánchez Camacho, del PP-, y de otro, quienes invitan a que se tenga en cuenta que cuando se recupere el crecimiento económico volverás a ser necesario contar con otras manos distintas a las nacionales. Se da la circunstancia de que apenas ha sido reformada, una vez más, la ley de extranjería, ya hay quien reclama que vuelva al ese proceso de reelaboración que son las cámaras legislativas. Es evidente, en todo caso, que cada partido hace cuentas de lo beneficioso o perjudicial que pudiera resultarles tener una imagen pro-inmigración o anti-inmigración.
Algunos partidos parece que juegan a ambas barajas. No de otro modo cabe interpretar lo que ha reclamado estos días Mariano Rajoy, prácticamente en el mismo mitin en que su "segunda en Cataluña", Sánchez Camacho, proclamara que no cabemos todos... O sea, que convendría facilitar la salida de unos cuantos... Pues bien, en ese mismo mitin, Rajoy propone que los inmigrantes tengan educación y sanidad sin necesidad de tener que aparecer en el padrón. El propio Rajoy, recuérdese que cuando era ministro, fue quien dictó la norma de que era preciso empadronar a todos y cada uno de los inmigrantes. Ahora plantea esta nueva modalidad: Expulsar a quienes delincan y educación y sanidad gratuita a quienes perseveren en España, sin más requisito... ¿Cuál será, definitivamente, la postura que sobre inmigración defienda el PP? Porque en esa reciente reelaboración o revisión de la Ley de extranjería, como han recordado los socialistas, el PP optó por no presentar ni una sola enmienda ni una sola propuesta. Se supone que daba por buenas las ajenas.
Pero, evidentemente, parece claro que el asunto está lejos de haber quedado zanjado "para siempre", entre otras razones por el interés concreto de las elecciones siguientes y de las circunstancias en que se producen. Es evidente que si hay crisis y falta de trabajo para todos, reaparecen la xenofobia y los deseos de acabar con cualquier "competencia extranjera" que, por ejemplo, pudiera quitar un empleo o una promoción en el puesto de trabajo a un "nacional". ¿Es razón suficiente para promover, como ya hace algún medio informativo, una revisión de la ley de Extranjería? Este medio concreto empieza por disparar contra la norma vigente, que considera disparatada, por cuanto obliga a facilitar el arraigo a quien al mismo tiempo ordena expulsar. Es verdad que el propio ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, admitía estar abierto a debatir "lo antes posible" sobre la materia. ¿Una vez más, y hasta cuándo se debatirá una ley que nunca dejará satisfechos a todos?
Dispara también contra el jefe del Gobierno, de quien dice que es comprensible que Zapatero trate de echar tierra sobre este asunto, porque admitir ahora que la Ley de Extranjería hace agua supone, en primer lugar, reconocer la incompetencia del Gobierno y de toda la clase política, que no advirtieron el problema cuando aprobaron -aún no hace ni dos meses- la última reforma de la norma. Y recuerda luego que volver sobre la legislación, empujaría de nuevo al PSOE a enfrentarse a sus evidentes contradicciones en esta materia, y es que empezó con la alegría del papeles para todos de Jesús Caldera, siguió con el endurecimiento progresivo de la legislación a raíz de las críticas de la Unión Europea y ha acabado, de momento, con la teoría del empadronamiento universal, que es una forma de regularización encubierta permanente. La conclusión del referido medio informativo es que un país serio no puede amparar un sistema que estimula la ilegalidad y permite a las mafias del tráfico de personas seguir prometiendo a sus víctimas que tienen una vía para obtener papeles. Esa situación contribuye a mantener vivo el efecto llamada. Es decir, se regresa a los argumentos más veces empleados, por propio y contrarios, alternativa o coincidentemente. Las mafias extranjeras, el tráfico de personas. ¿Por qué no pensar, de una vez, en las necesidades del país, de ahora y del futuro, y de la conveniencia de los propios inmigrantes, que demasiado a menudo parecen esclavos de nuestro tiempo, forzados a someterse a normas coyunturales, temporalísimas, variables y a menudo contradictorias?