Actualizado 20/04/2010 14:00

José Cavero.- Rajoy no quiere cambiar el TC.

MADRID 20 Abr. (OTR/PRESS) -

El quinto intento por sacar adelante una sentencia definitiva sobre el Estatut catalán, en el seno del Tribunal Constitucional, ha excitado, aún más si cabe, los ánimos de los dirigentes políticos catalanes, que se ven impotentes y desesperanzados ante la inoperancia de los diez magistrados del alto tribunal intérprete de la Constitución española que no han conseguido, en un plazo que se aproxima a los cuatro años, un mínimo acuerdo sobre el texto recurrido por el PP. En estas últimas horas, el presidente de la Generalitat de Cataluña hizo gestiones con los dos principales partidos parlamentarios, Zapatero y Rajoy, para que intervinieran de la única manera que podría estar en su mano, para salir del presente atolladero, es decir, renovando a un tribunal del que varios miembros han superado ampliamente su "fecha de caducidad". Pero el líder del PP, Mariano Rajoy, se ha negado a participar en esa actuación.

Entiende Rajoy que es éste el tribunal que debe completar sus deliberaciones y llegar a un acuerdo, porque de lo contrario sería cambiar las reglas de juego en medio del partido. Cambiar ahora a los magistrados del TC, a los tres años y medio largos de debate y deliberaciones, dice Rajoy que vendría a ser un torpedo en la línea de flotación del TC. Cabe argüir que, en efecto, el TC ya se ha colocado a sí mismo ese torpedo mortal en su línea de flotación en ocasiones anteriores y también ahora, por la prolongación de unas deliberaciones que debió haber concluido hace años. Pero también se podría sostener que ha sido el PP el que, con su recurso ante el TC, hace cuatro años, colocó ese torpedo mortal en la línea de flotación del TC, trasladándole una cuestión que ya había sido deliberada previamente por el Parlament de Cataluña, por las Cámaras legislativas españolas y por el pueblo catalán en referéndum.

Todo eso no bastó al PP para que el texto del Estatut tuviera validez, ni tampoco los tres años de vigencia real, y las leyes que se han elaborado y puesto en vigor en estos últimos años. Con un detalle más grave, si cabe, que el propio PP haya dado por buenos otros estatutos renovados de comunidades autónomas copiados textualmente en no pocos de sus contenidos normativos del Estatuto catalán. Todas esas incongruencias y ese juego político ha conducido al desprestigio de los magistrados del TC y del TC mismo, aunque no es improbable que también tenga que ver con el desprestigio que el propio PP sigue tenido entre los catalanes y que ahora amenaza con producirse, en las elecciones autonómicas que ya comienzan a prepararse. El PP no ha logrado verse libre de ese tipo de responsabilidades políticas a las que ahora mismo vuelven a enfrentarse Rajoy y Sánchez Camacho, en su esfuerzo por reconvertirse en una fuerza política más, en abierta competencia con las restantes que se sientan y trabajan en el Parlament de Cataluña.

Rajoy no quiere que el TC se renueve en esta hora y prefiere que sus magistrados "caducos" lleguen al final de sus deliberaciones y finalmente den a luz una sentencia que será difícil de conseguir y que será aún más difícil que convenza a una mayoría de los catalanes y de los restantes españoles, todos pendientes de esos "diez hombres del TC" sobre quienes ha recaído la responsabilidad de resolver una papeleta sin duda difícil. Ahora, el nuevo ponente, de cariz conservador, se esforzará en convencer a propios y extraños sobre lo que sobra o falta en ese debatido texto estatutario. Ojalá sus esfuerzos no terminen como los de sus compañeros y, finalmente, se llegue a la campaña electoral con un Estatuto revisado y revalidado por el tribunal legítimamente constituido para comprobar si se atiene en cada párrafo a lo que determina la Constitución vigente...

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