MADRID 25 Ene. (OTR/PRESS) -
Mariano Rajoy ya se ve en la Moncloa. Así, sin mover un dedo, sin haber dicho o hecho nada extraordinario a lo largo de la legislatura, el líder del PP siente el viento del triunfo sobre su rostro. En realidad, es todo el PP quien saborea el triunfo por adelantado. Están convencidos de que van a ganar, lo huelen en la calle. Ahora, su única preocupación es no cometer errores, no decir o hacer nada que pueda volvérseles en contra.
Por eso, estudian detalladamente qué decir en cada momento y lo que dicen es ni más ni menos lo que los ciudadanos quieren escuchar. A la opinión pública le escandaliza que los parlamentarios tengan privilegios a la hora de cobrar sus pensiones y Rajoy ha prometido remediarlo. Claro es que se le podía preguntar por qué no lo ha propuesto hasta ahora, porque su partido no ha protestado jamás contra esa situación ni la ha cambiado cuando gobernaba por mayoría absoluta.
El PP hace una política oportunista y un pelín demagógica, pero la sociedad parece pensar que bienvenida sea mientras eso suponga acabar con el agravio comparativo de que sus señorías cobren pensiones por encima de lo que les correspondería si fueran ciudadanos de a pie. Y es que en un momento en que el Gobierno va a aumentar el número de años que debemos de trabajar para cobrar una pensión y que, además, vamos a cobrar menos, es lógico que los ciudadanos no soporten que los políticos tengan un privilegio de más.
Rajoy, pues, ha sabido conectar con el sentir de los ciudadanos, con la indignación de la calle, y se ha apuntado un tanto. Mientras tanto, los socialistas se desesperan. Aparecen los dirigentes socialistas intentando hilvanar un discurso que ya no cala en la sociedad. No es que a los ciudadanos les entusiasme Mariano Rajoy ni el PP, pero le dan por ganador. El problema del PSOE es que los ciudadanos han dejado de creer en Zapatero, e incluso los votantes socialistas quieren que le sustituyan en el puesto de mando.
¿Qué pasaría si el PSOE presentara otro candidato? Quizá lograrían no perder a parte de su electorado, pero hay momentos en la historia de un país en que se palpa en el ambiente el deseo de cambio. Añadamos, además, la ola conservadora que está barriendo Europa.
Falta poco más de un año para que se celebren las elecciones generales y el PP parece haber elegido el camino más fácil para llegar a la Moncloa aunque eso implique hacer propuestas oportunistas que calmen los alterados ánimos de la sociedad. Pero la política es así, en cada momento los ciudadanos quieren respuestas concretas a sus preocupaciones y quebrantos y en este momento es evidente que la mayoría no cree que el PSOE tenga las respuestas. De manera que, salvo milagro, todo parece indicar que al final la suerte estará de parte del PP.
No hay que ser muy listo para ver cómo los populares saborean el triunfo por adelantado, sólo hay que observar como parecen levitar algunos dirigentes del PP, cómo otros andan ya estirados con gesto de futuros ministros. Sí, Rajoy ya se ve presidente. No lo puede disimular.