Publicado 15/11/2019 08:00

Luis del Val.- O flojera o premeditación

MADRID 15 Nov. (OTR/PRESS) -

Que tres centenares de personas, puedan cortar las comunicaciones por ferrocarril y carretera, de uno de los países más democráticos del mundo -por encima de Francia y Estados Unidos, según análisis de "The Economist- resulta un misterio.

Que el país que ocupa el puesto decimotercero, entre los que poseen el Producto Interior Bruto más alto del planeta, y uno de los miembros importantes de la Unión Europea, vea que se queda aislado en las comunicaciones terrestres con el continente, a causa de tres centenares de aspirantes a revolucionarios, algunos de ellos menores de edad, provoca cierto pasmo, bastante asombro y numerosas dudas.

Y, claro, que personas con corbata y sueldo que pagamos los contribuyentes, se dediquen a estimular a que los aspirantes a delincuentes perseveren en el camino que les puede conducir a la cárcel, resulta tan extravagante que, si se prolonga, vamos camino del ridículo.

En la última trifulca en la frontera francesa, los gendarmes galos les ganaron a los mozos de escuadra 18 a 1, una goleada. Mientras la policía francesa detenía a 18 participantes, los mozos atrapaban a uno, con lo que evitaron el rosco.

O es que hay flojera, cansancio, mala gana, pereza y hastío, o es que nos encontramos ante un fraude alevoso y premeditado en el que intervienen, desde el presidente el gobierno en funciones -en funciones de reengancharse- hasta el ministro de Interior. Y me extraña, porque el ministro de Interior demostró cuajo y valor, cuando estuvo de juez en aquel País Vasco, donde los asesinos de ETA campaban con sus bombas y pistolas.

Un país importante como España no puede estar a merced de tres centenares de aspirantes a revolucionarios de verbena, ni puede consentir que fuerzas policiales estén regidas por nada sospechosos, sino convictos auxiliadores de los aspirantes a revolucionarios.

Y si no hay flojera, ni premeditación a secas, sino que se han juntado las dos circunstancias, no podemos consentir que los intereses políticos de unos pocos nos jodan la vida a muchos españoles.

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