MADRID, (EUROPA PRESS - Israel Arias)
Sí. Lo digo bien alto y sin rubor: si hay que envejecer -y parece que tarde o temprano tocará- lo suyo es hacerlo como Jeff Bridges. Aunque sea tuerto, medio alcohólico y renqueante, como en 'Valor de Ley'.
Creo recordar que caí en los brazos de Bridges a finales de aquellos (para mí) locos noventa cuando el primer visionado de 'El gran Lebowski' rediseñó mi forma de ver un juego tan insulso como los bolos. "¡Anda, si El Nota es el tipo de 'Starman' y de 'Tron'!", pensé entonces.
Gracias a los hermanos Coen, puse a Bridges en valor y ahora ellos con 'Valor de Ley' le ponen donde se merece. En la cima de los intérpretes actuales.
"Los Coen son unos maestros, los mejores directores que tenemos", acabo de oírle decir a Bridges desde Berlín. Puede que tenga razón. O puede que no. Lo único cierto es que el trabajo que realiza a sus órdenes en este remake que huele, sabe y suena -imprescindible ver la cinta en versión original para no perderse el vozarrón de Jeff- a clásico desde el primer fotograma es lo mejor que se ha visto en años.
En este punto de exaltación de mi filia particular lanzo a los cuatro vientos un grito tan desesperado como estéril: ¡Que le den el Oscar!
Sí, lo sé. Lo de Colin Firth en 'El Discurso del Rey' es memorable. Y sí, soy consciente de que Bardem está nominado y que un servidor debería barrer para casa. Y sí, también recuerdo que ya se lo dieron el año pasado por 'Corazón Rebelde'. Y sí, sé que a la Academia no le gusta repetir. Pero si lo hicieron con Tom Hanks...
Jeff se lo merece. Insisto hasta el cansancio. Su interpretación del Marshall Rooster Cogburn, un personaje que le dio a John Wayne -como este quería ser mi padre- su solitario Oscar, coloca a 'Valor de Ley' en lo más alto de la filmografía de los Coen y en el top de las cintas del año. Puede que no sea objetivo, pero tampoco pretendo serlo. Estoy enamorado de Bridges. No me culpen.
