Actualizado 06/05/2012 14:00

Victoria Lafora.- La herencia recibida.

MADRID, 6 May. (OTR/PRESS) -

El "mantra" de la herencia recibida en el que Rajoy, sus ministros y sus portavoces en el Gobierno y en el Partido Popular, apoyan esos recortes que, píldora a píldora, nos hacen tragar cada viernes a los españoles, está empezando a perder fuerza y a convertirse en una excusa cada día menos convincente y más vacía.

Nadie niega que Zapatero y su empeño en ocultar la evidencia de la crisis empeoró gravemente la situación de nuestra economía, pero, también es innegable que en ese banquete de dispendio en el que hemos vivido desesperadamente durante muchos años han participado todos; los de un lado y los del otro. Quienes, de manera populista, irreflexiva e indiscriminada se dedicaron a repartir, "cheques bebé" o "rebajas fiscales" de cuatrocientos euros, y quienes construyeron aeropuertos inactivos, universidades innecesarias o expoliaron directamente al erario público con falsos ERE, tejemanejes, corruptelas y corrupciones. De aquellos polvos vienen estos lodos.

El último -por ahora- ejemplo de que la "herencia" la ha recibido el actual Gobierno, no solo del anterior sino también de sus propias huestes, es el de una Comunidad como la valenciana inmersa en la mayor de las catástrofes financieras. Una comunidad en la que la corrupción plantó su estandarte, sin que nadie hiciera nada por evitarlo, y se nutrió de boatos, y de gastos excesivos e innecesarios.

Pues bien, mientras el ministro Cristóbal Montoro amaga amenazando con una intervención de las autonomías que no respeten el tope de gasto, se permite al Gobierno del señor Fabra, para hacer frente a vencimientos inmediatos, emitir quinientos millones de deuda pública al desorbitado precio de un siete por ciento. ¿Nadie tiene nada que decir ante semejante disparate?

En el debate de los Presupuestos, el ministro afirmó con contundencia que no dejaría que hubiese quiebras ni en las administraciones locales ni en las autonomías porque "no es posible ni admisible". Pues bien, ¿cómo podría considerarse este ejercicio económico valenciano? ¿Posible, admisible..., o más bien una caída en picado en una quiebra inevitable?