Kos, la cuna de Hipócrates

Calitea.
JCG

Por Javier Carrión

A poco más de cuatro kilómetros de la costa turca, la isla de Kos aparece en el horizonte defendida por las antiguas murallas que construyeron venecianos y genoveses y reforzaron posteriormente los Caballeros de Rodas. Estamos en la segunda isla más grande del Dodecaneso griego, en el Egeo más oriental, un atractivo destino que debe su fama a Hipócrates, el considerado "padre de la medicina", pues nació aquí hacia el año 460 a.C, aunque sus bellos rincones sorprenderán al más exigente de los viajeros.

Situada entre las islas de Kalimnos y Nísiros, este "jardín del Egeo" está formado por una única montaña, pero sus fértiles llanuras hacen justicia a ese apelativo. Uvas, melones, almendras, miel y, sobre todo, tomates -con una original forma más alargada- han dado fama a esta isla de 295 kilómetros cuadrados y 28.000 habitantes que hoy vive fundamentalmente del turismo gracias a sus largas playas de arena, sus calas escondidas y sus pueblos perdidos.

El apunte histórico de esta ciudad, recordada en la antigüedad con los nombres de Meropis y Ninfea, incide en que también vio nacer al emperador egipcio Ptolomeo II. Sucesivamente, Kos resultó invadida por el ejército dorio, dependió de persas, atenienses, romanos y venecianos hasta que fue cedida a la Orden de los Caballeros Hospitalarios que ocupaban Rodas. Pasó después a dominio de los turcos en el siglo XVI, quedó en las manos del gobierno italiano en 1912 y acabó siendo invadida en la II Guerra Mundial por los alemanes. Por último, pasó a ser territorio griego en 1947 después de un corto periodo como protectorado británico.

Pero los vaivenes políticos de su historia se quedaron cortos si los comparamos con lo que las fuerzas de la naturaleza le tenían preparado. Antes de ser cedida al estado heleno, Kos sufrió un gran terremoto en 1933 que obligó a la reconstrucción de los principales núcleos de la isla en una operación dirigida por los italianos. Comenzando por Kos, su capital, que acometió importantes trabajos arqueológicos que dieron como resultado el descubrimiento de algunos de sus tesoros principales: el Agora antigua, la Casa Romana, el Odeón y las termas, entre otros.

Sin embargo, hoy como hace casi 2.500 años, la plaza del Plátano sigue constituyendo el punto de partida de la visita de la ciudad. En el centro se levanta el célebre y ahora destartalado árbol milenario donde, según la tradición popular, Hipócrates recibía y aconsejaba a los que le pedían remedio para enfermedades y rarezas, e impartía lecciones a sus alumnos. Ahora los turistas se conforman con dar vueltas bajo su sombra y delante del andamiaje que le protege ante la mirada de alguna "estatua humana" que pide la voluntad. Nuestro guía comenta con cierto aire de tristeza que ha perdido dos tercios de su medida original en los últimos 50 años.

Pero Hipócrates es, sin duda, el gran icono de Kos. Claro que si uno quiere imaginarse como era este sabio de la antigüedad no tiene más remedio que acercarse al Museo Arqueológico, situado en el corazón del casco viejo, en la siempre animada plaza de Eleftherias (Plaza de la Libertad), junto al teatro, el cine, una mezquita que se salvó del terremoto y el mercado principal de la capital. Una escultura de Hipócrates, de cuerpo entero, preside el ala derecha del museo, y a su lado destacan otras valiosas piezas de Afrodita, Eros o Demetra.

El alma y la trascendencia del ilustre médico se pueden apreciar con más intensidad a las afueras de la ciudad en Asklepleion. El santuario, levantado a 4 kilómetros en una colina, estaba dedicado a Asclepio, el dios de la salud, y servía como centro de curación y escuela de medicina de los alumnos de Hipócrates. Para Giannis Balalis, vicealcalde de Kos que nos acompaña en esta visita con un sol de justicia a las ruinas esparcidas en tres niveles, resulta un lugar mágico- "Lo es -comenta el político griego que define a su isla como "un sueño"- porque Hipócrates, que era uno de los pocos privilegiados que en su época podían practicar la medicina por su origen familiar, quiso facilitar el acceso de cualquier persona a su aprendizaje y finalmente escribió y transmitió sus experiencias y terapias que se extendieron con mucha más facilidad por la Antigua Grecia y el resto del mundo conocido. Hipócrates fue en realidad el hombre que creó la medicina como ciencia. Antes de su existencia sólo era magia y él la convirtió en ciencia separándola de la religión"

Después de imaginar cómo debió ser este imponente edificio, repleto en su época dorada de termas y templos, espera el retorno a Kos. Un paseo por el inexpugnable castillo de los Caballeros, rodeado de palmeras, permite apreciar como estaba magníficamente situado para detener las invasiones otomanas entre el antiguo Halicarnaso, hoy la turca Bodrum, y la ciudad. Se accede a él a través de un foso que hoy queda alzado por encima de una de las vías más transitadas. El puente permite el paso a lo más alto de la fortaleza desde donde se divisa una buena vista del puerto y de la citada Bodrum. En verano numerosos barcos atraviesan este estrecho paso entre Grecia y las costas de Asia Menor.

Al abandonar la capital comprobamos como la isla de Kos es también un buen destino para tomar el sol y darse un baño en el Egeo. Hay muchas playas en la isla, pero quizás la más recomendable es la conocida con el nombre de Agios Stefanos, en la bahía de Kefalos a 42 kilómetros al suroeste de Kos. En este rincón las aguas son tranquilas y muy limpias y se puede ir nadando hasta la isleta de San Nicolás (Kastri) donde se mantienen dos basílicas del siglo V en pie. El que no quiera cruzar esta bahía a nado puede pasear casi en la misma playa por las ruinas de la basílica cristiana de San Steven y admirar e incluso pisar mosaicos romanos expuestos al aire libre.

Al atardecer, los turistas se acercan a Zia para apreciar la mejor puesta del sol de la isla. El lugar, repleto de autobuses, cuenta con numerosos restaurantes donde cenar y tomar fuerzas y la excursión se puede completar, ya entrada la noche y a ser posible con la luna presente, en las termas situadas a 8 kilómetros de Psalidi. Se trata de un lugar oculto, mágico y sin luz donde se encuentran los manantiales de agua caliente de Kos, ricos en sulfuro, con el Egeo. Las termas están aisladas entre las rocas y el mar y permiten combinar un baño muy beneficioso para la salud -cuidado porque el agua brota de las montañas a casi 100 grados y va perdiendo temperatura a medida que se desparrama por la superficie- con otro afortunadamente más fresco en el Egeo disfrutando del maravilloso cielo estrellado de la noche.

Guía práctica

Cómo llegar:

- Kos dispone de aeropuerto propio y mantiene vuelos directos con Atenas. La compañía Aegean Airlines ofrece vuelos directos desde Madrid y Barcelona. Inf: www.aegeanair.com

Para dormir:

- Sol Kipriotis Village Psalidi, 85300 Kos, Greece. Tel: +30 22420 55300. Inf: http://www.kipriotis.gr/

Para comer:

- Restaurante Zorbas. Diagoras' Square. Típica taberna griega.

Para tomar una copa:

- Milos Beach Bar

Oficina de Turismo:

- 1, Bas. Georgiu str. 85300 Kos. Tel: +30 22420 24460

Información general:

- www.visitgreece.gr/ www.kos.gr/