Una víctima del Holocausto acusa en la UPO a países neutrales que sabiendo del genocidio "miraron a otro lado"

Jorge Klainman, superviviente del Holocausto
EUROPA PRESS/UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE
Actualizado: viernes, 30 enero 2015 18:29

SEVILLA, 30 Ene. (EUROPA PRESS) -

Jorge Klainman, superviviente judío del régimen nazi que permanece en España desde el pasado 22 de enero con motivo del Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto, ha expuesto este viernes en la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla su experiencia vital en relación a este genocidio, del cual ha acusado a todos aquellos dirigentes de países neutrales que, sabiendo lo que ocurría, "miraron a otro lado, incluso el Papa de aquel entonces, Pío XII, que tampoco dijo nada".

El 27 de enero de 1945 el ejercitó soviético entró al campo de concentración, "pero no liberó a nadie, no se puede liberar un lugar como ese, vives toda tu vida con el trauma", ha asegurado Klainman. En ese día, se encontraron 7.000 presos en agonía.

La idea de crear campos de concentración, ha explicado, se remonta al 20 de enero de 1942, cuando en un suburbio berlinés se hizo la famosa reunión para ultimar todos los detalles del crimen más grande de la historia de la humanidad: estuvieron presentes todos los mega-nazis, y todo lo acordado fue anotado en un cuaderno que, cuando terminó la guerra, fue encontrado, y así el mundo supo lo que allí se trató".

La "sanguinaria bestia nazi" eliminó hasta el día del fin de la Segunda Guerra Mundial a cerca de veinte millones de personas inocentes de forma industrial, entre los que se encontraban seis millones de judíos, rusos, polacos, homosexuales, testigos de Jehová, presidentes del gobierno y distinta gente de todos los países ocupados de Europa.

Relata este superviviente que cuando el fin de la guerra se acercaba los nazis tenían que terminar de alguna manera con los presos y toda prueba que pudiera delatar lo que se hacía en los campos de exterminio. Por ello, antes del fin del a guerra se gaseaban y mataban 25.000 personas por día. Miles de aviones de los aliados sobrevolaban los cielos alemanes: estos aviones arrasaron en pocos minutos una fábrica alemana de caucho sintético que había a diez kilómetros de Auschwitz, pero "la rampa de la muerte por la cual entraban los trenes quedó intacta hasta el día de hoy".

Para continuar con la conferencia, Klainman dejó a un lado los aspectos generales de los campos de concentración para contar su propia experiencia. Él y su familia vivían en Kielce, capital de provincia del sudeste de Polonia. En aquella ciudad, en 1941, hicieron el 'gheto', del que su familia no quería formar parte; por eso, se trasladaron a donde vivía su abuelo paterno. A los pocos meses, los nazis de los famosos grupos móviles (grupos que se dedicaban a matar a judíos y enterrarlos) llegaron a la ciudad y con megáfonos empezaron a separar a las personas.

Mientras la gente subía, narra el superviviente judío, "pasaban por la plaza un batallón de ucranianos con palas llenas de tierra y el que pensaba un poco se estremecía viendo eso, volvían del bosque donde habían cavado fosas comunes y a donde se dirigían los camiones".

En el primer campo de exterminio, Klainman trabajaba limpiando las botas de los ucranianos, pero eso hacía que se perdiera el "suculento desayuno", el cual, explica, consistía en "un litro de agua negra con achicoria sin azúcar y pan". Al tercer día, continúa, "sentía que me moría e intenté coger comida de un baúl pero me descubrieron". Tras el accidente, cambió de trabajo por miedo a que el comandante que lo había descubierto sin haberlo podido matar lo encontrara.

Llegó el momento de un nuevo campo de concentración: ahí el coronel mataba desde su balcón a los presos y, dos veces por semana, acudía a la plaza donde se reunían los presos para seleccionar a 200 de ellos y matarlos. Un día, Kleinman fue uno de los seleccionados, pero la bala no le dio en la cabeza, sino en la pierna, y cuando los presos fueron a recoger los cuerpos se dieron cuenta de que estaba vivo y lo llevaron a escondidas con un doctor. A partir de ahí, tuvo que cambiar de identidad, pues nadie podía saber que estaba vivo.