Olvido de las víctimas de Boko Haram
Olvido de las víctimas de Boko Haram - PABLO TOSCO/OXFAM INTERMÓN
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Actualizado: lunes, 16 octubre 2017 13:39

Los desplazados se sienten impotentes ante su dependencia de las organizaciones humanitarias para sobrevivir

MADRID, 16 Oct. (EUROPA PRESS) 

La desesperanza hace mella en los más de 335.000 refugiados y desplazados internos que la violencia del grupo yihadista Boko Haram ha provocado en la zona del lago Chad en el país que lleva su nombre. Tras huir en la mayoría de los casos con lo poco que podían llevar sobre sus cabezas, malviven ahora con la poca ayuda que les dan las ONG y con el hambre acechando.

Adoum Hassane conoce bien "la enfermedad del hambre" porque ha visto cómo se llevaba a uno de sus siete hijos. Su historia es como la de todos: Boko Haram llegó un día, atacó su aldea y tuvieron que huir con lo poco que pudieron salvar. En su caso, él, su mujer y sus siete hijos escaparon con vida y pudieron llevarse a su burro, al que tuvieron que vender después para poder comer.

Él y su familia eran nómadas y tenían animales, además de cultivar las tierras. Ahora, subsisten con lo poco que pueden sacar de esas tierras, a las que vuelven de noche para que no les ataquen, ya que donde viven ahora "la tierra es mala". Las mujeres recogen leña y la venden, y con lo poco que sacan, se esfuerzan por dar de comer a sus hijos, pero no es suficiente.

"Tenemos mucha hambre", asegura, mientras muestra sus brazos esqueléticos para demostrar que dice la verdad. "Comemos una sola vez al día, a veces ni eso", explica. Por ello murió su hijo de 6 años. Según cuenta, cuando le llevaron al centro de salud el enfermero les dijo que "no era la enfermedad, sino el hambre". Además, precisa, había tenido diarrea ya que "bebíamos agua mala".

PABLO TOSCO / OXFAM INTERMÓN

De acuerdo con la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), se calcula que en la zona del lago hay unos 200.000 niños desnutridos. Entre enero y junio de este año se han tratado más de 12.500 casos de malnutrición aguda, lo que supone más del 100 por cien de los casos previstos para ese periodo. Pero, según Adoum, no solo mueren niños, sino también adultos. "Hay mucha malaria, eso hace caer a las personas. El que tiene hambre y coge la malaria, se muere", subraya.

Chad es uno de los países menos desarrollados del mundo y la región del Lago es una de las más pobres. En esta zona, según explica Oxfam, el acceso a la salud es insuficiente puesto que solo hay diez médicos prestando servicios. Además, solo el 44 por ciento de la población tiene acceso a agua potable en la región, algo que la ONG está tratando de paliar con la construcción de pozos, como el que hay ahora donde viven Adoum y su familia.

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IMPOTENCIA Y DESESPERACIÓN

Desplazados y refugiados se sienten impotentes, incapaces de sacar adelante a sus familias. Ibrahim Saleh era pescador y vivía en una de las islas del lago. Cada día salía a pescar con su hijo y luego vendían los pescados tras asarlos. "Podíamos comprar todo lo que queríamos y comíamos bien", recuerda nostálgico.

Cuando llegó Boko Haram, huyeron primero a Kaiga y de allí, tuvieron que desplazarse de nuevo a Tataviron. "Hemos sufrido mucho y allí no vamos a volver", afirma rotundo este hombre de 52 años, con dos mujeres y nueve hijos, que guarda como un tesoro unas redes que compró tras su huida. "Si la paz llega podría volver a trabajar", confía.

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A Ibrahim le gustaría encontrar "una casa y un huerto" para su familia, porque "antes también éramos agricultores", pero por ahora "son Oxfam y la Cruz Roja los que nos dan de comer, los que nos han dado las mantas y las esterillas y las lonas para construirnos un techo". Además, dan de beber a los animales de otros desplazados y con eso sacan algún dinero, pero no es suficiente, subraya, lamentando no recibir más ayudas que les permitieran por ejemplo pescar y vender pescado en el mercado.

"Estamos hablando de personas que son capaces de ganarse la vida pero que están privadas de cualquier posibilidad de hacerlo", lamenta el director de Oxfam en Chad Elkana Mooh. "Los ataques de Boko Haram y la estrategia militar del Gobierno los obligaron a abandonar sus hogares y sus actividades económicas sin proporcionarles medios de subsistencia alternativos", explica.

"El conflicto en el lago de Chad es silencioso, y aquí en el Chad, encuentras lo olvidado entre los olvidados ", denuncia Mooh. De los 121 millones de dólares solicitados para esta crisis en 2017, solo han llegado 40 millones, el 32 por ciento, según Oxfam, que pide que los donantes se movilicen y al Gobierno chadiano que apoye a los desplazados para que tengan acceso a medios de vida.

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El futuro tampoco le parece prometedor a Fatima Mahamat, de 40 años y con cinco hijos, después de que Boko Haram matara a otros dos de ellos. Como todos, recuerda con nostalgia el pasado, cuando su marido pescaba y ella cultivaba maíz y otros alimentos y los vendía en el mercado. Sus hijos comían bien.

Ahora, trata de alimentarlos con lo poco que saca de vender carbón que hace con la madera que recoge y con la ayuda que dan las organizaciones humanitarias. Pero advierte, no todos están recibiendo ayuda. "Hay mujeres con niños huérfanos que no reciben nada", indica.

SIN PARTIDAS DE NACIMIENTO

En su caso, hay un problema añadido: ella y sus hijos no tienen acta de nacimiento, algo muy normal en muchos países en vías de desarrollo. Para obtenerla, subraya, hace falta dinero, algo de lo que no dispone, y desplazarse a otra localidad alejada.

"No es seguro dejar la casa vacía y los niños no pueden caminar", afirma. Y sin partida de nacimiento "si vas al bosque te pueden arrestar; si vas a otro pueblo, te pueden arrestar. No puedes salir, incluso te pueden acusar de estar con 'los malos'", añade, en referencia a Boko Haram.

Tener una partida de nacimiento es también esencial para el futuro de sus hijos, puesto que sin ella no pueden ir a la escuela. Según Oxfam, la tasa de analfabetismo en Chad es alta y la tasa de escolarización es tan solo del 37 por ciento.

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Haoua Ousmane es de las que huyeron con las manos vacías después de que Boko Haram asesinara a 18 personas en su aldea poco antes de la hora de romper el ayuno en Ramadán, según recuerda. "No tenemos ni tazas para beber agua. Todo lo dejamos allí, llegamos con las manos vacías", explica esta mujer de 40 años y con ocho hijos. "Allí teníamos cabras, burros y sembrábamos. La vida era buena pero todo se perdió con la llegada de Boko Haram", lamenta.

Ahora subsisten con la leña que venden ella y sus hijos. Con ella, cuenta, compran dos kilos de sorgo, cantidad que antes les duraba un día y que ahora tienen que estirar para tres. "A los niños les damos de poco en poco para calmar su hambre", explica. Pero hay días que si no venden nada no comen. "Nos falta comida, no tenemos dinero", se queja.

Como la mayoría, pese a las privaciones de su vida actual, Haoua no se plantea regresar, aunque le resulta frustrante depender de la ayuda que dan ONG como Oxfam. "Antes no había pozo pero Oxfam lo ha construido así que gracias a Dios tenemos agua y los niños pueden beber agua, también los burros que transportan la leña. Incluso podemos limpiar la suciedad de nuestros cuerpos", celebra agradecida.

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