MADRID 11 Oct. (OTR/PRESS) -
Imposible no asistir a los nervios que inundan todos los rincones del socialismo español. La consigna es cerrar filas entorno a José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de la puntilla de desgaste personal que han significado las elecciones primarias de Madrid. Incapaz de permanecer lejos de la primera línea en todas las operaciones políticas del Gobierno y del partido -es un hombre solitario por excelencia y de decisiones personalísimas, enemigo del trabajo en equipo- los asuntos le abrasan más a él que al partido.
Hay una pregunta clave que todavía no tiene respuesta: ¿Se trata de salvar la imagen de José Luis Rodríguez Zapatero para evitar que pase a la historia como un mal presidente? Hay declaraciones que indican que importa más eso que evitar un descalabro del PSOE. Las personas son importantes pero mucho más las instituciones. Y en el PSOE, los que tienen abducida la dirección y las decisiones debieran pensar más en su gente y menos en su secretario general. Hay miles de socialistas y de votantes del PSOE esparcidos por toda España que tienen niveles mínimos de renta, que tienen el corazón en la izquierda y se sienten desorientados por falta de un proyecto estratégico de futuro. Ellos son fundamentales, los dirigentes se pueden sustituir desde el primero hasta el último porque si no el partido que fundó Pablo Iglesias no hubiera tenido continuidad. No se trata sólo de solucionar los problemas de la crisis: es necesario formular un proyecto nuevo para la socialdemocracia del siglo XXI e impedir que se desmorone. Y lo es no tanto porque sea un proyecto atractivo para muchos electores, sino porque una democracia perfecta necesita un partido de centro izquierda fuerte y un partido conservador moderno.
Zapatero ha filtrado que tomará la decisión de presentarse en la soledad que decide casi todo: es su privilegio salvo que la doctrina que él ha aplicado a Madrid sobre la idoneidad del candidato es ahora una guillotina que pende encima de su cabeza. Las encuestas fueron entonces, en Madrid, factor determinante de su intervención. Si fuera coherente debiera permitir que los demás opinaran sobre su idoneidad para repetir candidatura como él hizo con Tomás Gómez. En todo caso, por primera vez el presidente tiene contestación, siquiera larvada, en su propio partido. Y esa es la gran novedad que indica el comienzo del fin.