MADRID 13 Nov. (OTR/PRESS) -
Lo que está pasando en El Aaiún es un capítulo más del gran juego desalmado de la política internacional. Con la anuencia de París y el apoyo de Washington, Rabat ha dado un paso más en un proceso que, al margen de la legalidad internacional, conduce a la apropiación del Sáhara Occidental. Para afirmar la soberanía sobre aquel territorio que no le pertenece, Marruecos también obtiene ventaja de la debilidad de Argelia y de la irrelevancia de la política exterior española.
Con arreglo a las resoluciones de la ONU, Marruecos está obligado a celebrar un referéndum entre los habitantes del Sáhara. A la vista de los hechos -represión policial en El Aaiún, apagón informativo- Rabat se siente con apoyos políticos suficientes como para olvidarse del referéndum y pasar a la fase definitiva de ocupación pura y dura del territorio. Para dar este paso, también han tenido en cuenta la debilidad militar del Frente Polisario, reflejo, a su vez, de la situación por la que atraviesa Argelia que es su principal valedor.
Se van a quedar con el Sáhara ante la mirada complaciente de los EE.UU y de Francia, la indiferencia de Londres y la bovina impotencia del Gobierno español cuyo presidente, parece claro que no tiene claro cuál debería ser la estrategia de España. Y ahí es donde nacerá otro problema para nosotros porque la anexión del Sáhara alumbrará el "Gran Marruecos", futura gran potencia de la región merced a la inyección de recursos que supone los yacimientos de petróleo y de fosfatos. Sin olvidar la bomba demográfica. Dentro de veinte años Marruecos tendrá tantos habitantes como España. Creo que en vez de ir a Cataluña -a ser testigo del funeral político de Montilla-, a donde Zapatero debería viajar cuanto antes es a Ceuta y a Melilla.