Actualizado 01/05/2012 14:00

Fermín Bocos.- Los suicidios y la crisis.

MADRID 1 May. (OTR/PRESS) -

La única noticia buena que nos ha traído la crisis es que se han multiplicado las donaciones a Caritas por parte de ciudadanos que quieren mantener el anonimato. La mala es que el número de parados no deja de crecer: más de 300.000 en el primer trimestre del año; cuatro mil nuevos parados cada día y subiendo. Vamos camino de los cinco millones y medio. Con ser pésima, ésta no es la peor de las noticias que apareja la crisis. Lo más dramático de este mal vivir que agrava la inquietante subordinación del poder político al poder económico es el espectacular incremento de los suicidios. Uno por día en Italia; cinco diarios en el caso de Grecia (1.725 en los últimos dos años). En España no se conocen datos oficiales. En su dimensión pública, el suicidio es tabú. Es una tragedia que cursa en silencio y tiene un rostro poliédrico. Los médicos no suelen establecer un patrón fijo de los rasgos que conducen a determinados seres humanos a poner fin a su vida, pero a las motivaciones clásicas -cuadros depresivos agudos, enfermedades degenerativas irreversibles- ahora algunos sociólogos añaden los procesos de desesperación originados por las dificultades económicas insalvables que provoca la crisis.

"Me he encontrado todas las puertas cerradas. Perdonadme; no podía seguir adelante", decía la nota manuscrita dejada por el empresario italiano de 59 años Giovanni Schiavon, padre de dos hijos, quien hace unos días acabó con su vida descerrajándose un tiro. Palabras similares a las de Dimitris Christoulas, el farmacéutico griego jubilado que también se voló la cabeza en el centro de Atenas, en la Plaza Sintagma: "No encuentro otro modo de reaccionar que poner un fin decente a mi vida antes de tener que comenzar a rebuscar en la basura para encontrar comida", decía la nota que llevaba en un bolsillo. En Irlanda el Gobierno no da la cifra de suicidios, solo el incremento (16 por ciento) respecto del año anterior.

Ya digo que en España no disponemos de cifras oficiales de muertes por suicidio, pero está claro que si no somos una isla para escapar de las servidumbres traídas por la crisis, tampoco debemos serlo en relación con tan luctuosa estadística. Sería demagógico establecer una relación causal directa entre la crisis y las dramáticas secuelas que apareja -desahucios, hipotecas a las que no se puede hacer frente, empresas y comercios que se cierran, acoso inmisericorde de Hacienda, deudores desesperados, etc- con el aumento del número de suicidios, pero más cruel sería cerrar los ojos ante la desesperada y silenciosa llamada de auxilio de tantos y tantos conciudadanos cuyas vidas ha roto una crisis provocada por la codicia de unos pocos y la torpeza de quienes no fueron capaces de pararles los pies antes de que nos llevaran al borde del precipicio financiero en el que ahora nos encontramos.

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