Actualizado 21/09/2010 14:00

José Cavero.- El 29, a la vista

MADRID 21 Sep. (OTR/PRESS) - Queda ya poco más de una semana para que tenga lugar "el huelgón" convocado y prometido por las centrales sindicales, y no parece que existan datos suficientes para garantizar que, en efecto, será la gran huelga que unos temen y otros desean. Porque no hay duda de que la opinión pública, y la ciudadanía, están divididos sobre el particular, aunque todos ya han hecho sus propios planes para sumarse a la convocatoria o para evitar sus posibles complicaciones, según los casos. Cualquiera sabe que las centrales sindicales, a poco que puedan, tratarán de paralizar el país paralizando, por ejemplo, el transporte público. Y eso dependerá, en buena medida, de dos decisiones: la del señalamiento de unos servicios mínimos que permitan hacer su vida corriente a quienes así lo deseen, y la de las centrales de poner en funcionamiento unos contra-servicios mínimos llamados piquetes informativos, muy a menudo convertidos en piquetes coactivos.

En los últimos días, ha sido bien perceptible el esfuerzo de los dirigentes sindicales por "vender" su producto, la huelga, desacreditando al Zapatero con quien tan bien se llevaron antes del fracaso de la mesa de diálogo, en el que centrales y patronal demostraron su incapacidad para llegar a un acuerdo sobre la tarea que les fue encomendada año y medio antes, una reforma laboral "útil", y consensuada. Tras esa ruptura con el Gobierno socialista, los sindicalistas se han convertido en los acérrimos enemigos, sin importarles excesivamente la coherencia: un día acuden a la manifestación de los guardias civiles y otro a la de los mineros arturleoneses en huelga. Todo sirve, si vale para sumarse al descontento contra alguna decisión o actitud del Gobierno con el que colaboraron durante media docena de años. Como demostración del rechazo a la tarea general de los sindicatos estalló en los últimos días el asunto de los liberados sindicales, una apreciable manifestación del poder que las centrales han ido acumulando en los últimos años, y que muchos quisieran que se revisaran. Los sindicatos, como la patronal, han `pasado a constituirse en poderes fácticos "de amplio espectro", por su propia consideración e influencia social, y por razón de los presupuestos y subvenciones crecientes que vierte sobre ellos el Gobierno de turno. No pocos analistas se han planteado en estos días de la prehuelga sobre el nivel de autoridad moral que tienen sindicatos y líderes sindicales. Hasta el punto de que, desde los propios sindicatos, se ha producido una reacción de claro malestar hacia medios informativos en los que se han planteado ese tipo de cuestiones. UGT y CCOO han llegado a tachar a la prensa de ser "piquetes antihuelga" que habrían intentado impedir la movilización del 29-S. Desde luego, no es nada improbable que la huelga del 29 tenga efectos en la imagen global de Méndez, Toxo y sus respectivas fuerzas sindicales. Y no es nada improbable, tampoco, que las centrales deban pagar sus propias facturas por esta movilización que muchos rechazan, porque entienden que no está suficientemente justificada o porque no hallan coherencia suficiente en quienes antes apoyaron al Gobierno y ahora lo descalifican,. A cada instante, con ocasión o sin ella.

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