José Luis Gómez.- A vueltas con España

MADRID 24 Dic. (OTR/PRESS) -

Hay dos maneras de analizar la reunión entre Zapatero y Rajoy: examinando sus contenidos y observando las formas. Si se opta por el primer escenario, resultaría que las condiciones que pone Rajoy para afrontar el proceso de paz tampoco están a años luz de las establecidas en una resolución del Congreso que sólo el PP no quiso firmar. Si nos detenemos en las formas, vemos que son correctas, pero poco amigables. ¿Conclusión? En la medida en que no se distancia más de los grupos que apoyan al Gobierno, Rajoy parece ceder lentamente, sin descartar avanzar en ninguna dirección. Su ambigüedad no puede ser más calculada.

El líder del principal partido de la oposición sabe que, en el fondo, el reto de ETA no es para él, sino para el presidente del Gobierno, a quien por momentos da la impresión de tratarlo como si los papeles estuvieran cambiados. A Rajoy sigue costándole ver a Zapatero en La Moncloa. Y no digamos a otros personajes que le presionan, como Aznar, Acebes o Zaplana.

Lo que parece claro es que las condiciones de partida del PP no justifican tanta tensión política. Que el Gobierno no se reúna con ETA mientras persista la violencia callejera; que no se legalice Batasuna hasta que ETA no anuncie su disolución, y que no se constituya ninguna mesa de partidos para tratar con Batasuna asuntos políticos son sus tres grandes peticiones al Gobierno, de las cuales la primera ya está contenida en la resolución del Congreso y las otras dos son más que matizables, sabiendo como sabemos todos -también Rajoy- que en política cualquier cosa es posible. Ahora bien, la ausencia de un consenso claro con el PP y la idea de que es posible construir la paz sin cambiar el marco legal condicionan la política de ZP, mientras ETA sigue ahí y Otegi no se pasa, definitivamente, al campo de la política. Que ésa es otra.

José Luis Gómez.