Actualizado 10/11/2010 13:00

Julia Navarro.- Escaño Cero.- Las nauseas de Bush.

MADRID 10 Nov. (OTR/PRESS) -

Ahora resulta que George Bush era un disidente dentro de su propio Gobierno, que el que fuera el hombre más poderosos del mundo no logró imponer su criterio para según él, no invadir Iraq.

No sé si estamos ante un acto de cinismo, de rehabilitación de su figura como apuntan otros, o que incluso es verdad pero el pobre era un monigote, un simple, manejado por los grandes intereses económicos o sea una marioneta en manos del vicepresidente Cheney. Pero sea lo que sea lo cierto es que el ex presidente ha escrito unas memorias que llevan por titulo "Momentos Decisivos" y en las que confiesa lloroso sus ataques de "nauseas" por la guerra de Iraq ya que allí no había armas de destrucción masiva.

Me pregunto si nuestro ex presidente José Mª Aznar pensará lo mismo. Precisamente pensaba yo en Bush y Aznar el otro día mientras veía una esplendida película, "Caza a la espía", que es una reconstrucción fiel de lo que le sucedió a una espía de verdad, Valerie Plame, "descubierta" nada menos que por Karl Rove y Lewis Libby, los dos hombres fuertes del entonces vicepresidente Chenay.

La película, ya digo, es espléndida porque se atiene a la realidad de los hechos, y es que entre las cosas buenas del cine norteamericano está el contar la propia historia de su país sin concesiones, tal cual es. Y en "Caza a la espía" nos volvemos a encontrar con el ex vicepresidene Chenay, que es evidente que fue el "cerebro maligno" de la era Bush, el hombre que hizo lo imposible porque Estados Unidos invadiera Iraq, el hombre cuyos intereses económicos se vieron beneficiados y aumentados gracias a la guerra, es decir, a cuenta de la muerte y la destrucción.

En "Caza a una espía" nos cuentan cómo Valerie PLane trabajaba para la CIA como una de sus mas brillantes analistas, una experta en Oriente Medio, y cómo su marido, Joseph Wilson, que fue embajador, se enfrentó a la Administración Bush a cuenta de la guerra Iraq. A Wilson le envió la propia CIA a un país africano para averiguar si había vendido iranio a Iraq con el que fabricar armas. El informe de Wilson fue concluyente: nadie le había vendido uranio a Iraq. Pero el vicepresidente Chenay no se dejó intimidar por la realidad, y, con uranio o sin uranio, en sus planes estaba la invasión de Iraq, de manera que dos de sus hombes, su jefe de gabinete, Lewis Libby, y Karl Roe, asesor del propio Bush, decideron "filtrar" a la prensa la identidad de Valerie Plane acusándole de favorecer a su marido por haber recibido el encargo de viajar a África en busca del uranio.

La verdad es que yo si que sentí nauseas al comprobar una vez más, esta vez a través de la película, cómo la guerra de Iraq fue una inmensa farsa en la que perdieron la vida miles de personas, se arrasó un país, y se convirtió al mundo en un lugar más inseguro. Pero ahora resulta que el que tiene ataques de nauseas es George Bush, que se lamenta de la decisión tomada y se presenta a sí mismo como un disidente dentro de su gobierno.

Bush nunca pareció muy listo pero ahora simplemente resulta patético. Que vaya a hablarle de sus nauseas a las viudas, a los huérfanos, a los muertos.

Últimas noticias sobre estos temas

Contenido patrocinado

Foto del autor

Victoria Lafora

¡Qué vergüenza!

Foto del autor

Carmen Tomás

Ellos se forraban y tú pagabas

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Lo único que Sánchez no puede hacer es no hacer nada

Foto del autor

Antonio Casado

Memoria de Rubalcaba