Actualizado 22/02/2011 13:00

Luis del Val.- Tengamos esperanza.

MADRID 22 Feb. (OTR/PRESS) -

En algunas ocasiones la política deja de lado su faceta cicatera y miserable, y aparece la cara noble de una actividad que es observada con prevención por la mayor parte de los empadronados, y no precisamente por culpa del Registro Civil.

La aparición de Esperanza Aguirre confesando su tumor y la necesidad de retirarse momentáneamente, porque la vida es más importante que el trabajo, nos recuerda la escasa privacidad de las personas públicas, y la valentía para no intentar la absurda e inútil tarea de conservar un secreto que sería un secreto a voces por el gran número de personas implicadas en guardarlo.

Asimismo, la reacción rápida de Tomás Gómez, diciendo que en esta batalla está con su rival, y que le desea que venza en la guerra, pertenece a la nobleza más antigua, a los tiempos en que Darío y Alejandro el Magno se intercambiaban cartas llenas de cortesía antes de la batalla. De hecho, Darío III no murió a manos de Alejandro el Magno, sino que éste encontró el cadáver, después de que lo mataran los suyos, nobles por supuesto, que son los que están cerca del rey y los que tienen oportunidad de asesinarlo.

Tomás Gómez, si vence, debe hacerlo sobre una persona en plenas facultades, porque sería muy triste ganarle en votos a un oncogén, y, si es vencido, resultaría humillante añadir que el rival, encima, no estaba en plenas condiciones.

A veces, la política, tan llena de personas honestas que ocupan un segundo plano merced a los trincones, malhablados, broncos e insultadores que reclaman foco, muestra la zona más elegante, como los boxeadores se cruzan los puños antes del combate, o se abrazan para felicitar al ganador.

Tengamos esperanza, y no lo escribo ni en sentido peyorativo, ni con intenciones anfibológicas. Tengamos esperanza en que estas formas sean predominantes y se impongan a los modales de esa tasca de simios encorbatados que confunden la opinión con la injuria y la hipótesis con la maledicencia. Y tengamos esperanza de que la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, salga triunfante de esta rebelión tan contemporáneas de las células despistadas que quieren renovarse y sólo causan destrozo. Tengamos esperanza.

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