MADRID 20 Sep. (OTR/PRESS) -
El espectáculo está siendo memorable y supongo que escandalizará a los padres fundadores de Europa, que estarán todos en el cielo porque fueron unos maravillosos luchadores por la libertad y la dignidad de los habitantes del continente y, de paso, de todo el mundo. Medio siglo después, resulta que los actuales responsables de las instituciones europeas, con escasas excepciones como las del presidente de la Comisión y la comisaria de Justicia, han decidido olvidarse del contenido de los tratados y de las esencias fundacionales, ideológicas y morales de Europa para sucumbir ante la arbitrariedad del presidente Sarkozy y sus expulsiones colectivas de gitanos de suelo francés. Es cierto que nunca pensamos que tales atropellos fuesen a ser posibles en Europa después de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo. Si la expresión de la comisaria Reding pudo ser exagerada, eso no quiere decir que carezca de fundamento ni que sus palabras puedan ser tomadas como cortina de humo para tapar las miserias del colectivo de jefes de Estado y de Gobierno.
Y dentro de casa, puedo decir que jamás imaginé que el presidente Zapatero fuera a ser capaz de tomar la deriva de apoyar al presidente francés en una política tan alejada de lo que él viene predicando e incluso practicando desde siempre. Debe de ser que Zapatero está nervioso por los inmensos problemas que tiene encima, pero yo puedo asegurar que no lo reconozco en algunas de sus últimas decisiones y especialmente en la del apoyo a la deriva xenófoba de Sarkozy, como si quisiera renegar de su propio nombre, que lo delata como descendiente de húngaros, no sé si gitanos o qué. Tampoco entiendo cómo la progresista Carla Bruni no ha sido capaz de convencer a su marido de que lo que hacía era un disparate, sabiéndose que en otras materias ha ejercido sobre él un influjo benéfico. Pero lo de Zapatero es incomprensible, en un país como España, donde hay más de medio millón de gitanos, que se habrán sentido defraudados y consternados ante el quiebro del presidente del Gobierno.