MADRID 11 Sep. (OTR/PRESS) -
El caso del reverendo quemacoranes Terry Jones no se sabe bien qué desvela, si la fragilidad del sistema o la fortaleza de la estupidez. O las dos cosas. El pollo, que no se separa de su pistola Taurus Millenium ni para ir al retrete, ha tenido en jaque al FBI, a la CIA, a la Interpol, a la Casa Blanca, al Pentágono y al Departamento de Estado con su ocurrencia de conmemorar el 11-S quemando ejemplares del Corán, ocurrencia reforzada por el hecho de que en el país más absurdamente represivo del mundo (en Ohio se prohíbe a las mujeres llevar zapatos de charol, en Denver prestar la aspiradora al vecino, o en Alabama conducir con los ojos cerrados) no se puede, al parecer, poner a la sombra durante 24 horas a un imbécil que amenaza con desquiciar un conflicto tan necio como él, el que enfrenta a las religiones, sobre todo a las que son muy parecidas entre sí.
Este Terry Jones, un tipo absolutamente norteamericano empezando por el nombre, se acogería a no sé qué enmienda de la Constitución, la que consagra la libertad de expresarse, para llevar a efecto, sin que nadie le pueda decir ni orí, su peligrosa marcianada. El tío, que por supuesto no se ha leído el Corán ni ningún otro libro en su vida, podría ser uno más de los muchos que, auxiliados por su estulticia y por la de los que le hacen algún caso, arriman latas de gasolina al corazón de los incendios, pero tiene en el potente altavoz de las nuevas tecnologías, o sea, en Internet, la desgraciada alquimia que le hace singular y, en consecuencia, mucho más peligroso. A tiempo real, como se dice ahora, cientos de millones de afganos, de paquistaníes, de argelinos, de egipcios, de iraníes, de jordanos o de sirios contemplarían la quema de lo que para ellos representa, equivocadamente o no, sus señas íntimas y colectivas de identidad. A tiempo real igualmente, por tanto, se armaría no la de Dios es Cristo por razones obvias, sino la marimorena.
Hay sitios tan opresores de lo esencial, de lo importante, que protegen aun a costa de mucha sangre la expresión de los idiotas.