Actualizado 07/02/2012 13:00

Rafael Torres.- Al margen.- La verdad, en el Supremo.

MADRID, 7 Feb. (OTR/PRESS) -

Franco sepultó a España en tal abismo de incivilidad que las víctimas de sus horrendos crímenes no han podido hasta hoy expresar ante un tribunal de justicia la naturaleza de los atropellos que sufrieron, pero aún hoy, cuando unas pocas de ellas deponen ante el Supremo, lo hacen a petición de la defensa del juez al que se quiere castigar y apartar de la magistratura por haber querido investigar los crímenes del franquismo precisamente, impunes, escandalosamente impunes, hasta la fecha.

Sea como fuere, la desfachatez de los acusadores del juez Garzón, epígonos del franquismo, y de las instancias judiciales que le dieron cauce procesal, se ha estrellado contra la verdad, no por sepultada durante más 70 años, menos vigente y acusadora. Aunque obligado a sustituir la toga por el traje civil, y el estrado por el banquillo, el juez Baltasar Garzón ha conseguido que en un tribunal de justicia, y en el más alto por cierto, se escuchen las voces de esa verdad, encarnadas en criaturas de vidas rotas, truncadas, con padres, hermanos, abuelos, maridos, esposas e hijos asesinados, torturados, encarcelados, escarnecidos, por la hez que declaró una guerra brutal a su pueblo, y le venció militarmente como no podía ser de otra manera, y le humilló durante décadas. Nunca la sala del Supremo donde se celebra la vista contra Garzón conoció instantes más solemnes, más dramáticos, más verdaderos, que los de éstos días, cuando la España doliente sin justicia relata, por lo menos relata, lo que le pasó, lo que le hicieron.

Fallecidos casi todos los verdugos, bien que no los que aún ensalzan sus nombres y sus actos, el intento de Garzón se cifró en lo simbólico, pero ya lo simbólico es mucho, no sé si suficiente, para devolver el honor y la dignidad a las víctimas de la matanza, y para otorgar a sus sucesores un poco de consuelo y de confianza en la justicia. No por la puerta grande, sino por la de atrás a la que parecen eternamente condenados los vulnerados y los ofendidos, un poco de eso se está logrando éstos días, están logrando esa voces que salen de la tierra.