Actualizado 14/09/2010 14:00

Antonio Casado.- Las hogueras del 11-S.

MADRID 14 Sep. (OTR/PRESS) -

Los pirómanos del 11 de septiembre tuvieron sus cinco minutos de gloria mediática y se desvanecieron. Hablo del pastor de California, Terry Jones, que llegó a crear un problema de Estado con su irresponsable exhibicionismo. Y hablo de los cuatro cachorros del independentismo catalanista que cada año queman una foto del Rey de España y una bandera nacional.

Es elocuente el gusto que tenemos por las hogueras en esta parte del orbe judeo-cristiano, donde se inventó la bárbara costumbre de quemar a los herejes, según los viejos protocolos de la Santa Inquisición. Ahí tienen ustedes al tarado de California y su treintena de seguidores, tan tarados como él. Pero logró adueñarse durante unos días de los espacios preferentes de la Prensa mundial. Su mérito, o su gracia, consistió en anunciar, en nombre de Dios, la quema de varios ejemplares del Corán si finalmente se llegaba a permitir la constitución de una mezquita cerca del solar de las Torres Gemelas reventadas por otro grupo de tarados en nombre de Alá.

Pues bien, unos y otros, el pirómano de California y los pirómanos del Fossar de las Moreres, han gozado de un inmerecido plus de protagonismo gracias a quienes realmente necesitan de ese tipo de provocaciones para justificar y mantener vivo un discurso tan fanático y tan histérico como el de los situados en la acera de enfrente. Para ello tienen que escenificar el correspondiente rasgado de vestiduras.

Todo esto es de aplicación a lo ocurrido la semana pasada. Y ahora también estoy pensando en las reacciones de los medios de comunicación. En algunos se echó leña al fuego, nunca mejor dicho y en otros, por el contrario, se minimizaron las referencias informativas a los excesos. Tanto los de la "Diada de Onze de Setembre" como las del fanatismo anti-islámico que parece crecer bajo las losetas del lugar ocupado por las Torres Gemelas de Nueva York antes de los brutales atentados del 11 de septiembre de 2001.

Las coordenadas políticas y mentales de quienes se irritan por las expresiones del nacionalismo catalán suelen ser los mismos que claman al cielo para jalear o escandalizarse ante las amenazas de Terry Jones. Me refiero a su tendencia a la exageración de la anécdota. De un lado, unos pocos, necios, exhibicionistas. Del otro, quienes les ríen las gracias al amplificar el recurso al fuego purificador como medio de conseguir un espacio en los medios de comunicación.

Con tres hogueras se manifestaron los devotos de la senyera estelada. La primera, para el Rey. La segunda, para la bandera de España. Y la tercera, para la Constitución. Con propina este año. Una cuarta hoguera para quemar el decreto de Nueva Planta (1.716), paradigma histórico del apagón del autogobierno catalán. Y con una amenaza de hoguera para el Corán, que al final no se produjo, se hizo famoso el tal Terry Jones.

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