MADRID 25 Sep. (OTR/PRESS) -
Lo del laberinto vasco es un lugar común. Pero el lehendakari Ibarretxe, su máxima autoridad política, es un laberinto de sí mismo y de sus devaneos semánticos. La última prueba nos la dio a raíz del último asesinato de ETA, al sentirse interpelado por el presidente de Cantabria.
"Están los nacionalistas que asesinan y están los nacionalistas que usted tiene en el Parlamento", le dijo Revilla a través de los medios de comunicación. Juan José Ibarretxe, susceptible y fundamentalista, como siempre, lo tomó como un ataque a su sentido de pertenencia -vasca, que no española, evidentemente-, y a sus convicciones políticas personales. "Renunciar a mis ideas sería un regalo a Eta", replicó en frase lapidaria de difícil interpretación. O muy fácil, según se mire. En todo caso, reveladora.
De ella se deduce que si renunciase a sus ideas le haría a Eta el regalo de dejarle el campo libre para ejercer la defensa del nacionalismo por las malas. En cambio, si retiene la marca, siempre defenderá el nacionalismo por las buenas, en solitario, sin los excesos de los radicales. Y ese es el favor que nos vende a quienes espera ver coreando junto a él eso de "ETA me da cada vez más asco", dicho al conocer el asesinato del militar segoviano en Ondárroa. Pero como no está por hacer a ETA el regalo de renunciar a sus ideas, que casualmente incluyen la aversión a las ilegalizaciones de partidos filoterroristas, y por tanto es imposible la defensa en solitario de sus ideas nacionalistas, al lehendakari no le queda otro remedio que solaparse con ETA a la hora de trabajar por la causa del nacionalismo vasco. Y si no hay otro remedio que solaparse, pues mejor dejar en casa los eventuales réditos de quienes defienden el nacionalismo vasco por las malas, incluido el coche bomba.
Ese es el siniestro enredo que habita en la mente del lehendakari Ibarretxe, cuya fracasada ley de consulta fue un último intento de mezclar la violencia de Eta con el llamado derecho a decidir ¿Qué era esa doble pregunta de su frustrado referéndum sino el enésimo intento de aprovechar el solapamiento del nacionalismo que gobierna con el nacionalismo que aterroriza?
Esta vez la regañina le llegó de sus vecinos cántabros y navarros. Los respectivos presidentes, Sanz y Revilla, apuntaron en la misma dirección: la responsabilidad del nacionalismo que gobierna. Más matizada la posición de Sanz, invitándole a no apostar por caminos distintos al de unidad política, eficacia policial y cooperación internacional, sin dudar de "sus buenas intenciones". En cambio Revilla habló sin rodeos: "Yo señalo directamente al PNV".
El posterior rasgado de vestiduras de Ibarretxe confirmó el fondo de las imputaciones cuando, apuntando a Zapatero, le reprochó que de la noche a la mañana ya no diga que "la política puede hacer mucho para acabar con el terrorismo". Al menos podemos levantar acta de la caída del caballo en el caso de Zapatero. En el de Ibarretxe, el raca raca no cesa.
Antonio Casado.