MADRID 18 Dic. (OTR/PRESS) -
Al fin una sustitución en el Consejo de Ministros: la titular de Educación, Formación Profesional y Deporte, además de ministra portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, abandona este pluriempleo para dedicarse 'full time' a ser candidata a la presidencia del Gobierno de Aragón frente al actual presidente, el 'popular' Jorge Azcón, que ha convocado elecciones anticipadas para el próximo 8 de febrero. Mal negocio hace, creo, la señora Alegría, cambiando la poltrona ministerial por una posible, probable, derrota -a las múltiples encuestas me remito- frente a Azcón. Y mal negocio hace, pienso, Pedro Sánchez habiendo designado candidatos a la presidencia de cuatro autonomías a otros tantos ministros, cuyo horizonte ante las urnas resulta, me parece, francamente preocupante.
La falta de 'delicadeza' en política se paga: el hecho de que estos cuatro ministros, entre ellos la vicepresidenta primera, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, hayan detraído, en favor de su actividad mitinera, buena parte del tiempo que habrían de haber dedicado a tareas de gobernación, que es para lo que les pagamos, tendrá, sin duda, consecuencias. Ya las está teniendo. Este 'ejemplo francés' de dedicación simultánea al Estado junto con tareas más locales siempre da malos resultados. Creo que la señora Alegría los tendrá, y repito que me estoy limitando a reproducir lo que dicen las encuestas, no a expresar un deseo.
Sí, Pedro Sánchez hace mal los 'casting'. No me refiero solamente a los secretarios de Organización de su partido -menudo espectáculo este miércoles la comparecencia de Santos Cerdán ante el Senado-, ni a algunos ministros, ni a algunos representantes 'partidistas' en instituciones; tampoco acierta en las candidaturas en Extremadura -en este caso, el desacierto es mayor que en ningún otro-, ni en Andalucía, ni en Valencia, ni en Madrid. Ni, desde luego, en Aragón: hace tiempo escribí yo que no podía estar en política quien miente desde el atril del Consejo de Ministros, ni conviene potenciar a quien apenas ha hecho otra carrera que dentro del partido, ascendiendo gracias a su fidelidad acrítica al 'jefe' de turno.
En fin, el 'caso Alegría' es uno más demostrativo de la escasa talla moral de la política española. Esta política en la que la verdad y la realidad van por un lado y la verdad y la realidad oficiales, por otro, ya casi por completo distinto.