Publicado 18/12/2025 08:02

Francisco Muro de Iscar.- La política, esa actividad "despreciable"

MADRID 18 Dic. (OTR/PRESS) -

Algunos están empeñados en convertir la política en una de las actividades más despreciables que existen. Y lo están consiguiendo. Los que más éxito tienen son los políticos, entre ellos un buen número de los que nos gobiernan y algunos de los que aspiran a hacerlo. Su poder destructivo se nota ahora mismo en la cantidad de gente que se desentiende de la política, en la falta de sentido crítico de una gran mayoría de los ciudadanos, que aceptan todo lo que les dicen, o en la deriva peligrosa que lleva a cientos de miles de jóvenes indignados a los extremos y reniegan de una democracia de indudable baja calidad. Hace diez años se pasaron a Podemos, ahora a Vox. Eso es pendular y una manera de castigar a quienes les engañan, les mienten y les toman por tontos. Pero ese es el problema menor. La indignación que tomó las calles de España en 2015 la han convertido sus inspiradores en privilegios para unos pocos, para ellos, convertidos en casta, y en decepción absoluta para los que estaban allí con la mejor de las voluntades. Lo mismo puede pasar ahora. El problema más grave es que unos y otros lo que querrían es que hubiera menos libertad y que el Estado se encargara de todo. Los extremistas, como los tontos, son un arma sin control, un peligro inminente, alguien a quien se puede manipular y dirigir en la dirección que interesa. Eso es, entre otras cosas lo que está haciendo el PSOE: meter en un mismo saco a todos los que no piensan como ellos, crear enemigos a los que silenciar o apuntar. Hacer crecer el miedo, agitar fantasmas, y llevar a los que tienen miedo hacia el extremo. Con la complicidad de quienes creen que el enemigo está en casa.

Cuando los políticos no asumen responsabilidades -no vale decirlo, hay que irse a casa o echar a los responsables, acudir al juzgado y reparar el daño- y mienten y engañan a los suyos y a todos, todo el tiempo, están provocando el descrédito de la política y la desconfianza de los ciudadanos, haciendo creer, además, que todos son iguales. Cuando los políticos, sólo se miden por el ego y el poder y, además, desprecian a sus rivales y tratan de eliminarlos, la política acaba siendo una actividad donde el odio y los bajos instintos cabalgan solos. Cuando a cualquier acusación la única respuesta es el "y tú más", el insulto y la descalificación, todo se degrada. Donde solo hay ruido, acaba habiendo estruendo. Nadie nace odiando, el odio se aprende. (También, se puede desaprender, pero es difícil una vez instalado). El problema más grave que tiene la democracia hoy es que, en algún momento, alguien salido de las urnas tendrá que destensar ese odio creciente, esa incapacidad para hablar con el que piensa diferente, romper los muros que dividen, devolver el prestigio indispensable a la política para que los ciudadanos vuelvan a confiar en sus instituciones, en sus gobernantes y en lo que ellos hacen. Sin dejar nunca de controlarlos, de vigilarlos, de denunciar sus excesos. Eso es la democracia. Pero también el juego limpio, el diálogo permanente, los consensos, el respeto a todos los ciudadanos, el gobierno para todos.

¿Cómo va a funcionar un país en el que unos quieren ser europeos, otros cargarse la Constitución, unos cuantos hacer una revolución para instaurar una república idealizada e históricamente fracasada, un puñado que añora un régimen que ya no existe y otro grupete que busca abandonar España, después de atracarla impunemente con la complicidad de quienes están obligados a defenderla, para convertirse, contra la voluntad de más de la mitad de sus conciudadanos, en un país fallido? En un estúpido proceso autodestructivo, todos esos son incapaces de trabajar juntos para hacer un país más próspero, menos desigual, más justo, más libre, donde la ley y la justicia sean iguales para todos y la política una actividad noble e imprescindible, con políticos honestos y responsables de sus actos que no mientan a todos todo el tiempo. No es la política la que es despreciable, lo son los que la pervierten.

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