MADRID 5 Jul. (OTR/PRESS) -
Pido perdón por hablar de mí mismo, cosa que, con excepciones contadas, debe uno evitar al hacer una crónica política, económica, deportiva, local o científica. Creo que hoy estoy ante una de estas raras excepciones; juzgue usted mismo. Ayer recibí una nota del PSOE en estos términos, sic: "buenas tardes, por temas de aforo no podemos acreditarle al comité, disculpe las molestias".
Esta fue la respuesta que recibí a mi petición de mero y simple periodista para estar acreditado como informador ante la reunión del comité federal de un partido al que he seguido profesionalmente durante cincuenta años, sobre el que he escrito algunos libros y al que me precio de conocer bastante bien. Así que seguramente no podré seguir 'desde la primera fila', que es desde donde me gusta a mí contar las cosas, este evento de indudable importancia para el futuro político de mi país. Pero el rechazo a mi pretensión -muy lógica: un periodista que quiere seguir en directo y presencialmente un acto relevante- me ha proporcionado, al menos, tema para este comentario.
Algo no funciona demasiado bien -y es obvio- en un partido que alega "temas de aforo" para no acreditar a un periodista. Y el periodista en cuestión, un 'freelance' que no depende directamente de un solo medio, sino que colabora en bastantes, como este en el que me honra verme publicado, podría legítimamente pensar que es excluido porque lo que dice y escribe molesta en el partido en cuestión.
Pero esto sería darse uno demasiado protagonismo; nunca he creído que el PSOE, ni siquiera en sus mejores momentos, haya sido un partido demasiado transparente, ni con los propios ni, menos, con los ajenos. Pero sí creo que ha sido, y es, un gran partido. Una formación con ciento setenta mil militantes, más de cuatro mil sedes de agrupaciones regionales y locales, según datos del propio partido, y con una historia llena de claroscuros, sí, pero incluyendo una hoja importante de servicios a la nación. Esa historia pasa, cierto, por momentos extremadamente conflictivos, desde lo de Indalecio Prieto y Largo Caballero, pasando por Suresnes hasta la ruptura entre Rubalcaba y Carmen Chacón, que casi hace estallar a la organización. Pero el partido siempre renació de sus crisis, y supongo que ahora volverá a hacerlo.
Sin embargo, eso no será con las viejas tácticas y estrategias, con los trasnochados clichés, con esta manera despectiva de tratar a un periodista, por muy 'freelance' que sea, con su ojeriza a los jueces, incluso al servicio de investigación de la corrupción de las fuerzas de Seguridad del Estado. No aferrándose a instituciones previamente manipuladas, no colocando el interés del partido (perdón, personal) por delante del interés patrio. O sea, no con 'este' Pedro Sánchez, suponiendo que pudiese haber otro. Y lo peor es que, por decir todo ello, en las listas de 'buenos' y 'malos' de Ferraz te sitúan entre los segundos, unos fachosferosos terroríficos que solo buscan la victoria de la ultraderecha, idea que me aterra de solo imaginarla.
No es que el PSOE tenga que cambiar de caras (no, no basta con quitar a la portavoz y a un par de 'santoscerdanistas' más): tiene que cambiar de mentalidad. Y aquí incluyo detalles como el no dejar fuera de una sesión trascendental a un solo testigo, periodista 'freelance' en este caso, que quiere ver con sus propios ojos, y no desde la pantalla, y luego narrarlo, cómo cambia este país. Suponiendo, ya digo, que haya una auténtica pulsión de cambio, que ya temo que no la hay. Bueno, lo comprobaré desde la tele, siguiendo las vicisitudes de este comité federal, que me temo que va a quedar un más bien poco, confío en equivocarme.