Publicado 30/08/2025 08:01

Fernando Jáuregui.- Yo no quiero ir a la 'mili'

MADRID 30 Ago. (OTR/PRESS) -

No, yo no quiero ir a la 'mili'. Ya fui, durante un par de años, hace ya largo tiempo y allí ni aprendí nada ni se me inculcaron los valores castrenses. Claro que aquellas Fuerzas Armadas de 1973 eran muy diferentes a las actuales: aquel ejército prusiano, franquista, represor, poco tiene que ver con nuestros actuales militares, demócratas e ilustrados. Esta ha sido, a mi juicio, la mayor de las muchas transformaciones sociales que ha experimentado España, y conviene recalcarlo: seguramente la profesionalización ha influido no poco en este enorme cambio. Las Fuerzas Armadas requieren hoy de un tecnificación máxima de su personal, y eso, el arte tecnificado de combatir, ni está ni acaso deba estar al alcance de todos.

Admiro a Alemania y su trayectoria política. Y comprendo que quieran volver al servicio militar, de momento no oobligatorio, de los jóvenes. Al fin y al cabo, el secretario general de la OTAN nos advirtió hace pocos meses de que una confrontación entre Europa y la Rusia de Putin era algo pensable en los próximos cinco años, y Alemania está más cerca de la línea del conflicto que España. Yo, de momento, apoyo la línea trazada por la ministra de Defensa, Margarita Robles: no habrá retorno a la 'mili' obligatoria, aunque, en una muestra más de la pereza y negligencia que adorna a nuestra clase política, nuestra Constitución sigue considerando obligatorio el servicio de las armas, aunque tal obligatoriedad se eliminó hace más de veinte años. Otra contradicción más de nuestra política, qué le vamos a hacer.

Confieso no ser muy partidario de un incremento brutal en los gastos defensivos. Pienso, sí, que hay que hacerlo acompasadamente con Europa, pero advierto también que en la OTAN todos hacen trampas, y nosotros los primeros: todos se comprometieron en la última 'cumbre'' a destinar próximamente el cinco por ciento del PIB a estos gastos militares y ninguno está, confesadamente, en situación de asumir este incremento, una exigencia pura y dura de Trump, al fin y al cabo. Creo que el esfuerzo de llegar al 2 por ciento en esta materia ha sido grande, y me congratulo por haber pasado este listón. No sé si yo haría campaña para que se eleve más.

Difícilmente podría ser llamado, a estas alturas de mi vida, como reservista. Pero no me pondría el uniforme bélico para defender ni a esta OTAN ni a este amigo americano; ni siquiera a ciertas concepciones de Europa que deberían aclararse. No soy objetor: soy escéptico. Decir que Putin es el enemigo -y ciertamente lo es-mientras mantenemos abiertas las embajadas rusas en todas las capitales europea y seguimos comprando su petróleo, mientras nos limitamos a emitir tímidos comunicados de condena cuando el neo-zar bombardea Kiev, resulta una forma muy poco efectiva de combatir al autócrata y quizá genocida.

No quiero desmovilizar a nadie: toda mi admiración hacia esos jóvenes entusiastas y bien preparados que se integran en nuestras Fuerzas Armadas. Los necesitamos como lo que son: unos profesionales, que deberían estar mejor pagados, y que conocen los riesgos y los encantos solidarios de su profesión. Pero Alemania, y Polonia, y las repúblicas bálticas, y Eslovaquia, y Moldavia o Finlandia tienen sus temores. Yo tengo los míos, y los míos se centran más, por el momento, en el sur que en el Este. Incluso creo que un peligro ha venido, para quedarse al menos hasta 2028, por Occidente. No sé, pienso que el frente bélico está tan extendido que se queda desdibujado, no desconcierta. Conmigo, para ir a la 'mili' que no cuenten. Ni aunque viviese en la mismísima Munich, vamos.

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