Publicado 18/11/2022 08:01

Luis del Val.- Delitos y manifestaciones

MADRID 18 Nov. (OTR/PRESS) -

Doña Araceli Poblador Pacheco era muy forofa de Pedro I, El Mentiroso, y su fervor le llevó a abandonar la enseñanza y ejercer de subdelegada del Gobierno, en Alicante. Ha prohibido una manifestación, recordando el fusilamiento, en Alicante, de José Antonio Primo de Rivera, con un argumento estremecedor, y es que en la manifestación podría haber desórdenes públicos.

En cualquier manifestación puede haber desórdenes públicos: en las de los sindicatos, en la de los sanitarios, en la de los periodistas e incluso en la de tontos y tontas contemporáneas. No creo que haya manifestación en la que nadie pueda poner la mano en el fuego, y asegurar que no habrá posibilidades de que una docena de gamberros provoque una camorra. Con la doctrina de doña Araceli, se acaba el permiso de manifestación. A no ser que la razón sea que el fusilamiento de José Antonio estuvo a cargo de la República, porque la ley de la Memoria no ha explicado, suficientemente, que los republicanos, cuando fusilaban, lo hacían por nuestro bien, y no como los franquistas, que fusilaban porque eran unos malvados.

Nunca me hubiera imaginado que el maniqueísmo llegara a España en el siglo XXI, y que aquello de lo que huyeron todos los cerebros que han hecho avanzar a la Humanidad -la división emocional e ideológica en buenos y malos- se instalara a través de una clase política, que ha convertido el sectarismo en un objetivo irrenunciable.

Sólo a través de tal premisa es posible comprender esa sastrería legislativa, según la cual al asesinado se le proporcione o no reconocimientos, y su asesino sea considerado un felón o un héroe, y al ladrón de nuestro dinero, con cargo público, pueda ser considerado un delincuente, si es de derechas, o un idealista social, si emplea el dinero en separarse del opresor estado español.

Cuando yo era un tonto contemporáneo, niño, y llegaba tarde al cine, preguntaba al que se sentaba al lado quiénes eran los buenos y quiénes los malos para saber a quién tenía que aplaudir cuando aparecieran los caballos. La edad, el tiempo, los viajes y las lecturas, me llevaron a entender que la vida no es blanca, ni negra, sino que tiene grises, aunque unos veamos los grises más claros o más oscuros según nuestras creencias y veteranía. En Alicante, no hay matices. Los malos (presuntos) no pueden manifestarse. Doña Araceli hace doctrina y la practica.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Todo lo que estamos haciendo mal (que es mucho)

Foto del autor

Antonio Casado

Un rey de todos